Tal vez de las expresiones más dichas y escuchadas en la Venezuela de esta hora aciaga, de decadencia y frustración, es “no consigo”. Póngale usted lo que continúa. La que inspira esta reflexión se la escuché a mi colaboradora y asistente de toda la vida, cuando esta mañana, luego del saludo y de la pregunta habitual, cómo te encuentras, lanzó su “bien, gracias a Dios, pero no consigo arroz”. Por supuesto que no es lo único que no consigue, como los demás mortales hoy en Venezuela tiene carencia de todo o casi todo, excepto de amor, fe y esperanza. Cuando concreta en “arroz”, lo que “no consigo”, es porque se trata del afán del día, de la tarea impuesta por las circunstancias, pero en realidad no consigue muchas cosas, demasiadas como para no concluir que este modelo castro-comunista está más que agotado, que tenemos derecho a vivir bien y a pasar la página de una vez por todas.
No consigo alimentos ni medicinas, servicios públicos que sirvan o gobierno que gobierne, son cosas bien sabidas en nuestra Venezuela postrada por el oscurantismo, el fanatismo y el sectarismo.
No consigo la Venezuela democrática que tuvimos durante 40 años seguidos, en el período más largo de libertades que hayamos tenido. No era una democracia perfecta, pero perfectible y con sistema de sanciones. No consigo el respeto a los demás y a los derechos humanos. No hay país en el mundo donde haya un 100% de respeto a todos los derechos humanos y acatamiento pleno a las leyes, pero hay justicia, castigo y sanciones para quienes violan el Estado de Derecho. ¿Estado de Derecho? De eso no consigo hoy en Venezuela.
No consigo el proyecto-país, la razón colectiva de ser. La Constitución, tantas veces violada, ya no es el pacto social que debió ser, ese que equilibra el ideal y la praxis, que interpreta los sueños populares y motiva a marchar unidos en procura de objetivos comunes.
No consigo la Venezuela con sentido de patria y orgullo nacional. Era inconcebible que un hombre como Maduro, probadamente colombiano, sin documento auténtico que le acredite como venezolano, ejerza la presidencia. Pero eso no es lo peor, él ha propiciado la invasión a Venezuela de fuerzas extrañas que hoy controlan sectores del territorio nacional donde no posan sus pies los soldados venezolanos. Estamos invadidos por el crimen internacional organizado, por el narcotráfico, la guerrilla colombiana, el Hezbolá y otros terroristas de igual o distintos signos, al punto de que Estados Unidos está por incluir a Venezuela en la “Lista de patrocinadores del terrorismo”. Como si fuera poco la entrega al crimen organizado, la invasión del país la complementa la presencia y acción real en nuestro territorio de los regímenes dictatoriales de Cuba, Irán, Rusia y Bielorrusia.
No consigo la unidad nacional. Antes confesamos no conseguir la unidad como pueblo en procura de un objetivo común, pero tampoco consigo la unidad en los sectores llamados democráticos. La unidad es imprescindible para salir de este trance, unidad de propósito, de comando y acción, a la que hay que sumar la solidaridad internacional que igualmente requiere conciliar acciones, ya que hay países hermanos que todavía apuestan al diálogo tradicional o a la salida electoral. Ellos, en algunos casos tal vez sin quererlo, no están sumando al cambio, de una u otra forma están dándole aire al moribundo régimen de Maduro.
No consigo líderes cuyos nombres hoy inspiren a la mayoría de los venezolanos. Sé que hay hombres y mujeres que lo están dando todo y arriesgando todo, a los que admiro y respeto, pero no tienen hoy, o por lo menos todavía, la comprensión general. Los líderes surgen o se fortalecen para lograr el cometido del pueblo en el momento más crítico. La hora se acerca. Que termine de morir lo que está muerto, que renazca Venezuela y resurja la esperanza.
Paciano Padrón – @padronpaciano