El día primero de noviembre de cada año, se conmemora el Día de Todos Los Santos y, de seguido, el dos de noviembre, se rememora el Día de Los Muertos. Regularmente, hacemos poco el Día de todos los Santos, sin embargo, el que analice el santoral y averigüe la vida de San Agustín, por ejemplo, se va a recordar no a un santo sino a un hombre de dimensiones extraordinarias. En efecto, aun tanto como su solo dicho, composición o meditación, fue capaz de penetrar en alma y cuerpo del parroquiano cuando dijo: el que canta en la misa, reza dos veces! Esto resultó tan cristiano y sabio que alguien llegó a decir, en el argot mundano y en los eventos de peleas, el que pega primero, pega dos veces. San Agustín no solo pegó primero sino que al que le gusta la música lo puso a rezar menos y recibir más gracias del Señor.
De verdad, hay en el santoral, santos distinguidos que fueron hombres de gran fortaleza humana, con un caudal de laboriosidad y bondad que asombra la dicha y resultados de sus áreas. Otro gran ejemplo es San Francisco de Asís, cuyo entierro se formuló en un bello sitio montañoso, lugar donde los feligreses saltan desde cualquier rincón de Italia y el resto del mundo para ir a ciudad Asís.
Pero, dónde dejamos a la espectacular Madre de Calcuta. Esta mujer, arrugada por su edad y su trabajo, sembró en su cutis, su piel y con su presencia la idea de congregar almas, conquistar hombres y ganar ayuda con nobleza y esfuerzo. La Madre de Calcuta era sabido terminaría en el santoral porque su destino fue maltratar de trabajo su cuerpo pero usar su voluntad para doblegar el atosigamiento laboral. Ella es una verdadera santa y por eso todo lo pudo hacer.
Interesante y definitivo en el amor es el merecido recuerdo de tantos familiares y amigos valiosos. ¡Cuántas formas distintas para procesar el recuerdo! Una, es ir al templo más cercano y colectivizar. Dos, oraciones bien elocuentes y precisas para hablarle a esos difuntos y hacerlo en grupos de amigos o vecinos que se reúnan ese día, o en la misa del domingo siguiente, para recordarlos; en muchos casos, se trata de padres y madres, hijos nietos, bisnietos, hermanos y amigos que merecen esta atención, esta vez y todos los años hasta hacerlo costumbre para no olvidar.
Otros santos llegan, más nosotros no lo sabemos, ni los vemos, sólo no los buscamos. Otras cosas sí leemos diariamente, como la tirita de Pancho y Ramona o el Capitán Maravilla que, desde luego, son divertidas, pero seguir el santoral es seguir a los mejores hombres del mundo que han tenido el coraje de alinearse en una vida dura dirigida a servir al prójimo. Su tirita no es cómica sino de conquista de seres humanos para perfeccionarlos y amarlos más aprovechando la presencia del Gran Samaritano y la exclusiva vida hacia Dios.
Por cierto, buscando santos en el santoral e ingenieros en la ingeniería, nos conseguimos con dos noticias maravillosas. La primera, que el General Antonio José de Sucre, oriundo de Cumaná y primer Presidente de Bolivia, hizo estudios como ingeniero militar en la Escuela de Ingeniería Militar de José Mires en Caracas. También, para regocijo zuliano, Rafael María Baralt sabía tanto de letras como de números y cálculos. En efecto, las investigaciones hechas por el Colegio de Ingenieros, aseguran que tanto Sucre como Rafael María Baralt eran ingenieros especialistas en municiones y armamentos de guerra.
El otro, de otro modo, fue Miranda. Este hombre, que se llevaba sus libros para estudiar y leer de estrategias militares durante el desarrollo de los combates y que fue el precursor de los movimientos independentistas de Venezuela, fue un militar de altos quilates. Empezó en España. Siguió en Venezuela. Acompañó a Francia y su pueblo en la guerra. Se estableció, para siempre con su nombre, en el Arco de Triunfo de Paris, y terminó injustamente en La Carraca, una celda odiosa e inhumana.
¿Qué tienen que ver los santos con los militares y los ingenieros? Sencillamente, que tenemos que buscar nuestra historia, parar en cada paso cuando nos sintamos orgullosos de nuestro gentilicio y festejar los resultados extraordinarios de nuestros héroes.
Luis Acosta