La historia juzgará con especial severidad la era chavista. Venezuela habrá perdido los primeros 30 años –si es que no son más– de este siglo: un tiempo en el que habrá visto reducir drásticamente el tamaño de su economía y lastrado seriamente las posibilidades de desarrollo en las siguientes décadas. Un traspiés cuyos efectos pueden durar el resto de centuria.
Haber hundido su industria del petróleo tendrá un notable coste. Cuando quiera superar su incapacidad para explotar al máximo sus grandes reservas se encontrará con que habrá menos demanda de su crudo, pues el mundo habrá entrado en una etapa «pospetróleo», como vaticinan los expertos. También cuando quiera superar su déficit en infraestructuras, provocado por la inacción del chavismo a pesar de los años de grandes ingresos públicos, se topará con imposibilidades presupuestarias.
Si entre 2013 y 2018 el Producto Interior Bruto (PIB) venezolano ha sufrido un retroceso acumulado del 44,3%, cabe suponer que el continuado declive en años venideros (el FMI prevé un encogimiento del 5% en 2019) habrá supuesto eliminar de un plumazo más de la mitad de su economía. No existen precedentes de algo así salvo en desastres provocados por una guerra.
Si en 1999, año en que Hugo Chávez asumió el poder, el PIB de Venezuela era un 13,6% más grande que el de Colombia (diferencia que aumentó en los años siguientes debido a que el precio del petróleo se disparó), en 2013, año de la llegada de Nicolás Maduro a la presidencia, el PIB colombiano sobrepasó al venezolano en un 2,4%, y eso antes de que se diera el desplome económico de la república bolivariana.
El Carabobeño