Cada presidente brasileño que pasa a residir en el elegante Palacio de la Alvorada, en Brasilia, le da su toque personal a la decoración del área privada de este edificio ícono de la arquitectura modernista diseñado por Oscar Niemeyer. Pero en el caso de su nuevo inquilino, Jair Bolsonaro , el mandatario impuso también in extremis su visión política ultraderechista: ordenó sacar todas las sillas rojas, color vinculado al izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), y cambiarlas por azules.
Luego de una intensa semana de preparativos, ceremonia de asunción y primeras medidas de gobierno, Bolsonaro, de 63 años, se instaló anteayer por la noche en el Palacio de la Alvorada, acompañado por la primera dama, Michelle, 38; la hija de la pareja, Laura, 8, y la hijastra del presidente, Leticia, 16, fruto de un matrimonio anterior de su mujer. Los cuatro compartían casa en el condominio Vivendas da Barra, frente a las playas de Barra da Tijuca.
Horas después de su llegada, varios empleados sacaron las sillas rojas del palacio para ser reemplazadas por unas similares pero azules. Otro símbolo de la nueva era que inauguró la presidencia del ex militar, que durante la asunción prometió eliminar el socialismo y destacó que la bandera «jamás será roja», en referencia al color petista.
Las sillas azules reemplazaron ayer a todas las revestidas en rojo, el color del PT | Fuente: LA NACION
Desde que habían desembarcado en Brasilia, la última semana de diciembre, los Bolsonaro habían permanecido alojados en la Granja do Torto, residencia presidencial alternativa, con aires de chacra. Conocido por su estilo simple y su vida austera, el ex militar indicó que en realidad hubiese preferido quedarse allí, ya que le recordaba al ambiente campestre en el que se crió, en el interior del estado de San Pablo .
Fruta y carne
Contó que aprovechó los días en la Granja para recoger su propia fruta del huerto y organizar asados con sus hijos mayores -Flavio, 37; Carlos, 36; Eduardo, 34, y Renán, 20-, además de su madre, Olinda, 91, y amigos suyos y de Michelle, quien nació en Ceilândia, parte del Distrito Federal. Antes de Año Nuevo, fueron incluso visitados por varios miembros de la Iglesia Bautista Actitud, de Río, que la fervientemente evangélica primera dama frecuentaba.
Hacía más de dos años que el Palacio de la Alvorada, de 7000 metros cuadrados y construido en 1958, estaba sin ocupante. Tras el impeachment a la petista Dilma Rousseff, en 2016, el presidente Michel Temer pidió realizar algunas alteraciones -entre ellas la colocación de una cuestionada red de protección en los balcones del piso superior para evitar una caída accidental de su hijo, Michelzinho-, pero cuando finalmente se mudó del Palacio del Jaburu -residencia del vicepresidente- de la Alvorada, se quejó de que no conseguía dormir bien y llegó a decir que debía haber fantasmas. Unos 20 días después, Temer volvió a Jaburu.
Alvorada quedó entonces vacío y fue solo usado para eventos especiales. Se aprovechó todo este tiempo para hacer trabajos de restauración y devolverle a la residencia su aspecto interior original después de todos los presidentes que pasaron por allí, con el restablecimiento de la ambientación ideada por Niemeyer y su hija, Anna María. El palacio alberga también una importante colección de obras de artistas brasileños y extranjeros.
Huéspedes
El histórico edificio, en el que han sido recibidos, entre otros, Barack Obama, George Bush, Angela Merkel, Fidel Castro, la reina Isabel y Cristina Kirchner, está dividido en tres partes: subsuelo (área administrativa, que incluye la cocina, una lavandería, un auditorio-cine y una sala de juegos), planta principal (área pública, hall de entrada, salones de recepciones y reuniones, comedor y biblioteca), y el primer piso, zona reservada a la familia presidencial, con ocho cuartos y salas.
Es en esta zona privada que los Bolsonaro instalaron sus pertenencias, llegadas en camiones desde su hogar en Río de Janeiro. Según los empleados del palacio, el estilo «poco sofisticado» de los nuevos ocupantes desentona bastante con el refinado ambiente de Alvorada.
Es que los Bolsonaro no se preocupan mucho por cuestiones decorativas y de presentación. Durante la campaña, cuando el entonces candidato grababa videos en su casa de Barra de Tijuca, era posible apreciar los coloridos manteles de plástico en el comedor, jarrones de dudosa calidad en el living y los cables de la TV colgada de la pared. Varias conferencias de prensa fueron realizadas en el quincho, usando tablas de bodyboard para sostener los micrófonos. Incluso cuando Bolsonaro recibió allí, ya en calidad de presidente electo, a embajadores y otras autoridades extranjeras, los invitados apuntaron que se les ofreció jugo de fruta y yogur directo de los envases, gaseosas en lata y galletitas en paquetes.
En la cocina de Alvorada, por la que han pasado algunos chefs renombrados, se espera que el menú presidencial sea bien sencillo. A la familia le gusta mucho el asado y el pescado, acompañados por arroz, porotos y ensaladas, además de las frutas. Bolsonaro tiene predilección por el agua de coco y el mate.
El nuevo estilo presidencial, simple y popular, fue evidente durante la ceremonia de asunción. Para firmar el acta presidencial, Bolsonaro se rehusó a utilizar una distinguida lapicera Montblanc y prefirió usar una birome de marca Compactor, de fabricación local. La empresa notó el detalle y lo celebró en las redes sociales; luego, Bolsonaro respondió: «Nosotros agradecemos la excelente calidad y precio de la birome», que se vende por apenas 0,55 reales.