Este es un interesante momento para el gobierno de asomar algún deseo de dar y enseñar generosidad, no solo porque le toca, sino para empezar el diálogo y, precisamente, señalar el camino para arrancar una conversación en relación al nuevo CNE que siempre habrá que tocarlo sea cual fuera la mesa de trabajo y de evaluación. Luego, requiere una reunión de diputados en la AN para los efectos pertinentes que, por cierto, lucen lógicos, necesarios y de inmediata causa por tratarse de un tema que se discutido mucho pero que no ha sido corregido jamás y, por tanto, sea prueba de que el acercamiento es posible y la negociación política también.
La forma más legitima de conversación se debe referir a las decisiones electorales y el peso específico del árbitro que le toca manejar lo más difícil del problema cual es la esencia majestuosa de los factores de la honestidad y la independencia con plena libertad de acción y actuación; recordemos a Julio Cesar cuando refiriéndose a su mujer decía “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además parecerlo”.
Esto es lo que nos ha provocado plantear como ciudadanos de este país. En efecto, los miembros del CNE deben ser abogados y actuarios al mismo tiempo. Su actuación y acción de forma rotativa, es decir, cada titular preside la institución por un año y se nombra al Presidente en elecciones en su propio seno. En esos cinco años se convierten en el tiempo del ejercicio y el tiempo del nombramiento para sus miembros quienes no pueden ser reelectos. Sus honorarios decentes. Recordemos que el cargo es más técnico que político y eso, en teoría, debe garantizar su independencia, su ética y sus principios ciudadanos que juran al momento de su asignación.
Por otro lado, ser mayores de cincuenta años, que es un estimado medio de vida; con mucha fuerza y coraje que precisa para no ceder a las tentaciones, sobre todo, en el cuidado de su lenguaje que sea diáfano, delicado, claro y, sobre todo, legítimo: oye, estudia y habla. Este hablar fino, preciso y conciso y a pleno control de la salud emocional y equilibrada.
A quien le toque presidir el segundo año, hondará en el discurso y volarán las ideas. Su compañía con el gobierno de turno será legal, no social. El debe asistir a las reuniones profesionales y de interés republicano, pero no a fiestas. La misión es ser útil al país, y dar ejemplo de pulcritud ante el pueblo que siempre vigila a estas autoridades no para criticarlos sino para complacerse y estar contentos con sus actitudes conservadoras y delicadas. De esa forma, se alejan las ventajas y, además, se convierten en el mejor elemento para combatir la abstención y para provocar mejor pensamiento en el ciudadano que observa con interés especial como se maneja el CNE para darle trascendencia a su derecho al voto.
También funciona para que a los partidos no les provoque no votar, por lo torpe que al final resulta que ni sirve al CNE, ni a los partidos, ni al país y, mucho menos, al gobierno de turno. Por tanto, el CNE no puede ignorar, sin protestar ante quien sea, la indelicada abstención que grandes problemas provoca y fea dificultades trae llenando de inquietud a los pueblos y al electorado.
Luis Acosta