Rangel Ravelo llegó a Venezuela después de una corta experiencia en la pelota dominicana y cinco años en las Ligas Menores. Fue contratado por los Cardenales de Lara para el torneo 2015-2016 y desde entonces no ha dejado de vestir el uniforme de ese equipo. En Barquisimeto conoció a la mujer que le robó el corazón y allá se casó.
Hay buenas razones para que se haya convertido en uno de esos importados que repiten, campeonato tras campeonato. Luego de cuatro torneos en la LVBP, muestra un robusto average de .341, con .951 de OPS, 22 jonrones y 107 empujadas. Son números de élite. Y para seguir aumentándolos, quiere garantizar su presencia en el circuito, seguir comiendo las arepas que detestaba y que ahora le encantan, hacerse venezolano por naturalización, para jugar como criollo desde la próxima zafra.
Todavía espera tomar el soñado cafecito en las Grandes Ligas, cuando menos. Y mientras tanto, reparte batazos en el Caribe.
-¿Cuál ha sido su secreto para dominar la liga venezolana?
-Creo que es un don que me dio Papá Dios. Siempre me he enfocado en salir a dar lo mejor de mí, y las cosas han salido bien.
-¿Qué desafíos particulares le presenta la LVBP?
-Es una liga muy buena, hay muchos peloteros con experiencia de Grandes Ligas y novatos que están comenzando sus carreras y tiran duro. He tratado de adaptarme. Los viajes son complicados, porque son muchas horas en autobús. A veces llegamos a casa al día siguiente. Aunque uno se adapta a todo.
-¿Y qué ha sido lo menos complicado de jugar en Venezuela?
-El beisbol es un deporte duro, en todos los sentidos. Batear es una de las cosas más difíciles en todos los deportes. Pero uno se acostumbra a todo, con los años. Si uno se prepara, si uno se enfoca, las cosas saldrán bien.
-¿Cuál es la parte favorita de su profesión?
-Batear. Siempre me ha gustado batear.
-Es un pelotero franquicia, siendo importado, y ya tiene raíces venezolanas, por tu esposa. Eso no es común…
-Agradezco a los Cardenales de Lara por darme la oportunidad de jugar en Venezuela. Y sí, ahora tengo raíces venezolanas, porque mi esposa es de Barquisimeto, así que tengo familia allá. Uno ya viene a jugar por la fanaticada, por el cariño que les ha tomado a los aficionados y al equipo.
-¿Qué más tiene de guaro?
-El gusto por la comida local. Al principio no toleraba las arepas, no me gustaba mucho la comida. Es diferente a la cubana, porque son culturas distintas. Al pasar el tiempo, uno se acostumbra. Ahora, no estoy bien si todas las mañanas no tengo en el desayuno una arepa y un café con leche.
-¿Y en qué se ha cubanizado su familia larense?
-En el congrí. Mi esposa lo aprendió a hacer y le queda bien bueno. Y los frijoles, y el arroz, que en Venezuela también se prepara. La yuca con mojo, el cochino, mi esposa aprendió a hacer todo eso. Y también se le ha pegado un poco el acento (ríe).
-Los importados de Cardenales repiten con frecuencia. ¿Eso le hace más cómodo regresar?
-Es un orgullo que tantos peloteros latinos y de otras nacionalidades coincidamos. Además, ponemos a Cubita en alto. Nuestro beisbol se sigue mucho en Cuba, muchas amistades me dicen que a cada rato pasan allá la pelota venezolana, y es un orgullo que quienes me conocieron en la niñez me vean jugando ahora.
-Jugó en Cuba hasta la adolescencia. Pero saltó al profesional a través del Draft Colegial, en Estados Unidos. ¿Eso marca alguna diferencia respecto a quienes salen de la Serie Nacional? ¿Fue más fácil o más difícil?
-Cuando salí de Cuba, los peloteros se escapaban y les daban más dinero al firmar. Si me pusieran a escoger, me habría quedado a jugar allá unas tres o cuatro temporadas, para tomar más madurez. Se me hizo difícil entrar a Estados Unidos, por el idioma y las costumbres, por la forma de entrenar y otras cosas. Pero me fui adaptando, me firmaron y le eché un camión, hasta llegar donde estoy.
-¿Cómo salió de la isla?
-A través de mi padrastro. Le dieron la visa como refugiado político y así pude salir.
-¿Por qué, a pesar de sus numeritos, todavía no ha jugado en las Grandes Ligas?
-Sí, he tenido buenas temporadas para al menos tomarme un cafecito allá. No sé. Creo que me he ganado la oportunidad, pero se lo dejo a Dios en sus manos. Si está en el destino que sea grandeliga, lo seré. Si no, seguiré trabajando, dando el ciento por ciento.
-¿Sigue con San Luis en esta campaña?
-Sí, va a ser mi tercera temporada en esa organización.
-¿Dónde se siente mejor, en primera base o en el outfield?
-Mi posición natural es la primera. El outfield se me hace un poco difícil, porque no estoy acostumbrado. Quizás entrenando todos los días podría ser bueno también y pudiera eso abrirme puertas. Pero me siento más cómodo en la inicial.
-¿Siempre ha sido un bateador tan paciente en el plato? El cubano promedio es agresivo, ve pocos pitcheos.
-Al pasar el tiempo, uno va agarrando más paciencia. La madurez te vuelve más veterano. Será porque salí de Cuba a los 15 años y me adapté al beisbol americano.
-¿Cuál es su recuerdo más viejo en el beisbol?
-Cuando me puse por primera vez un traje de pelota que mi mamá me había comprado, y fui a entrenarme por primera vez. Allí me dije: “Esto es lo mío, esto es lo que me gusta”. Es un recuerdo muy bonito de mi niñez. Tenía 6 años de edad.
-¿Qué hará en el futuro, al colgar los spikes?
-Primero, le pido a Dios salud, que me dé muchos años más para jugar pelota profesional. Cuando eso termine, quisiera seguir como coach, asistente, no sé. Ya veremos a largo plazo.
-¿Nunca se le pasó por la cabeza tramitar la nacionalidad venezolana? Ya que hasta tiene familia en Barquisimeto…
-Quiero hacerlo, para así jugar por muchos años más. Eso me abrirá más puertas, pues sería una ficha criolla y jugaría muchos años más en la liga. Quiero hacerlo, y estoy tratando de averiguar cómo, para empezar los trámites.
-¿Cuál ha sido su momento más duro en el beisbol?
-Hace tres años, cuando los Atléticos de Oakland me dejaron libre y pensé que mi carrera había terminado. Gracias a Dios, fui paciente, con el apoyo de mi esposa, que me dijo que estuviera tranquilo, que yo era bueno, que alguien me iba a agarrar. Y hasta el sol de hoy, sigo jugando pelota.
-Y el mejor momento, ¿cuál ha sido?
-Son muchos. Pero creo que el más bonito fue en el Universitario, en el juego extra por la clasificación, aquella vez, cuando di un jonrón en el noveno inning, para poner adelante al equipo. Esa fue una gran emoción. Todos pensábamos que íbamos a clasificar con ese batazo y después las cosas cambiaron. Pero fue un momento muy especial en mi carrera.
-Si uno de sus hijos quiere jugar pelota, ¿qué le diría?
-Le apoyaría al ciento por ciento.
-Y si él u otro niño le pidiera un consejo para triunfar en el beisbol, ¿qué le diría?
-Primero, que estudie, que sea hombre de bien y obedezca a sus padres. Que sea buena persona, que crezca con buena educación. Eso es fundamental. Muchos niños se pierden en drogas y malas costumbres cuando van creciendo. Que se enfoque en lo que desea, que batalle por sus sueños y que, con el favor de Dios, todo le va a salir bien.
-¿Qué cosa de Barquisimeto disfruta más?
-La fanaticada, la comida, todo. La verdad, todo me gusta de Barquisimeto.
El Dato
Rangel Ravelo nació en La Habana, hace 26 años, y ha bateado en todas las ligas donde ha jugado. Tiene .298 de average y .807 de OPS en nueve años disputados en las Menores y ha triturado siempre la LVBP. Es a menudo el cuarto bate de los Cardenales de Lara y espera regresar en la 2019-2020, para su quinta temporada en Venezuela
El Nacional