Recordemos al excandidato presidencial Henri Falcón, quien durante su campaña electoral incluyó en su discurso la conciliación, el fin de la radicalización, ello, aunque es moralmente correcto, fue políticamente incorrecto. Los políticos deben estar extremadamente claros del terreno que pisan, de la coyuntura que atraviesan, no deben desconectarse de la realpolitik. Dicha estrategia fue equívoca, sumó desconfianza entre los afines y mayor repudio entre sus detractores, esa estratagema abonó a su derrota electoral.
Con Guaidó se corre el riesgo de incurrir en el mismo error, sabemos direcciona parte de su mensaje al remanente chavista, incluso a los cubanos en el país (que dependen del gobierno isleño), dirige palabras conciliadoras ¡Cuidado! pudiera ser confuso para sus seguidores, cuya mayoría es opositora, circunscrita por inevitable inercia al mundo político de la Venezuela de hoy ¡Radicalizada!
Todos los estudios opináticos acusan una dramática deslegitimación del chavismo, apenas alcanza un 10% de popularidad, ante una masa ampliamente mayoritaria opositora que oscila el 85%, un porcentaje muy pequeño se mantiene al margen de esta diatriba. Eso sí, ocurre algo interesante, esa mayoritaria masa opositora no otorga cheque en blanco a los partidos políticos, simplemente desean cambios, apoyan a Guaidó por ser en la actualidad quien encarna esa posibilidad, por primera vez un líder opositor capitaliza fluidamente el descontento/rechazo al régimen.
Por tal motivo caben las preguntas ¿Vale la pena arriesgar una inmensa mayoría y factibles cambios para congraciarse con una minoría? Por favor no tema a la respuesta, en democracia las minorías son tan importantes como las mayorías es una verdad justa a la que nos apegamos, sin embargo, lo dicho anteriormente, hay que atender/comprender la coyuntura histórica, jugar a la conciliación en este momento es tan peligroso como inútil porque el régimen chavista día a día se radicaliza mucho más, hay que jugar inteligente, además, una vez alcanzados los objetivos democráticos esas minorías serán atendidas y beneficiadas con las bondades de ese sistema.
El régimen lo sabe, por eso las giras nacionales de Maduro son de cuartel en cuartel mientras Guaidó lo hace de pueblo en pueblo. Por eso el régimen se apoya en los militares, por eso Maduro ha pedido la renuncia de su tren ministerial so pretexto de amenazas internacionales, nos atrevemos pronosticar los nuevos ministros serán de la rama castrense.
El político de hoy debe estar claro, el país está radicalizado, es una verdad inobjetable, el chavismo aboga diariamente porque ello sea así y desde el control de las instituciones públicas partidizadas y de las armas del Estado esa realidad no cambiará mientras continúen en el poder, ello hay que asimilarlo. A esta posición solo caben reacciones idénticas, contundentes ¡Radicales!
Las oposiciones anteriores cayeron en el juego del régimen, trataron de doblegar al castrismo venezolano en terrenos electorales amañados, en fútiles diálogos, en pactos anegados en tretas, las consecuencias ya las conocemos. Llegó la hora de la toma de decisiones reales, de jugar inteligente al unísono de la inmensa mayoría de los venezolanos y de la mano de una comunidad internacional decidida a colaborar.
El juego es inteligencia contra violencia, razón contra infundios, pueblo contra élites, legalidad contra ilegalidad, legitimidad contra ilegitimidad. Aceptar ese terreno nos hará ganar nuestra segunda independencia.
Leandro Rodríguez / @leandrotango