“Despierta, despierta” Me suplicó la tenue voz hasta que por fin abrí los ojos, me sentía muy cansada con el estrés de no saber nada de mi familia por el apagón que llevaba más de cien horas en casi toda Venezuela, sin embargo, hice todo lo posible para vencer el sueño.
El señor me pidió que lo acompañara y con la premura me fui en piyamas. A los pocos segundos pude visualizar un edificio en la cima de una montaña, tendría como cinco pisos y estaba rodeado de muchas rejas. El cuerpo se me hizo muy pesado y una presión en el pecho me advirtió el dolor de las personas que se encontraban adentro, respiré hondo y llegué a la entrada custodiada por unos militares armados hasta los dientes.
Estaba muy oscuro así que logré entrar sin que nadie me viera.El señor, quien era mi guía, me llevó a una celda donde vi a un joven tirado en una colchoneta en el piso mientras unas cucarachas jugaban sobre sus pies sin que él lo notara, al acercarme, lo reconocí. Era Luis Alejandro Mogollón Velázquez y no pude controlar mis lágrimas, posé su cabeza en mis piernas con mucho cuidado recordando que le hacían falta los huesos craneales laterales, le acaricié su cara, le bese la frente y por primera vez entendí que me encontraba en Ramo Verde.
Al levantar la mirada me topé con los ojos del señor, quien se veía mucho mayor por las torturas y la poca higiene, se arrodilló a mi lado para poder consolarme mientras yo continuaba cuidando a Mogollón. Aquella escena duró horas en las que me sentí en la presencia de un hermano falleciendo y un padre protector quien a su vez también presentaba un cuadro de salud muy crítico al tener desprendido un riñón y un tímpano, sufrir de la tensión, entre otras patologías que se van presentando con la falta de atención médica y estar preso siendo inocente en un lugar tan horrible.
Cuando me sintió más tranquila me contó que su hija le había hablado de mi por lo que decidió mostrarme la realidad en que viven los presos políticos en Venezuela quienes además son vilmente maltratados. “Te gusta mostrarnos tu amor por medio de tus escritos, pues entonces ve y plasma nuestras historias hasta en las paredes si puedes, pero no permitas que nos olviden. ¡Por piedad, no lo permitas, no lo permitas!”
Con aquellos gritos verdaderamente me desperté en mi habitación a miles de kilómetros de Ramo Verde, agarré mi celular y busque la foto del doctor Aguado en la que carga a su nieta, la hija de Michelle, mi querida amiga. Vi la nueva notificación del Twitter en la que Alfredo Romero a pesar de las limitaciones ante aquel apagón seguía denunciando las violaciones a los Derechos Humanos en Venezuela por lo que decidí seguir su ejemplo, ser otra luz en medio de la oscuridad y continuar prestando mis talentos al servicio de los más necesitados.
Tú también puedes ser parte de ese resplandor, anímate y aboguemos juntos por sus derechos. Aguado es apenas uno de los novecientos presos políticos y su caso es muy notable porque su único delito es ser el dueño del chalet donde fueron masacrados Oscar Pérez y sus compañerosa pesar de que había sido invadido un par de años antes de tales terribles hechos.
#QueSeHagaJusticia #LiberenAAguado #LiberenATodosLosPresosPolíticos
Nasbly Kalinina / @nasbly