Con 298 kilos, desde la organización de Récord Guinness se contactaron con Amita Rajani para darle el título de la “persona más obesa de Asia”. Esa oferta fue un punto de inflexión para esta mujer india, que decidió replantearse la forma en la que había encarado la vida hasta el momento.
Los problemas de peso de la mujer empezaron de chica, cuando comenzó a adquirir hábitos poco saludables, como consumir en exceso comida rápida o no hacer nada de ejercicio.
A los 32 años, la mujer quedó postrada en la cama. La obesidad le impedía moverse bien y a veces requería asistencia de una o dos personas para tareas sencillas como levantarse e ir al baño. Incluso desarrolló dificultades respiratorias, diabetes tipo II y problemas renales.
Más allá de la cuestión estética, Rajani se dio cuenta de que su peso suponía un riesgo serio para su salud. Por eso, se sometió primero a dos cirugías bariátricas, una en 2015 y otra en 2017.
La cirugía de 2015 supuso todo un desafío para los médicos que la atendieron. Primero, fueron necesarias dieciocho personas para llevarla hasta el hospital. Una vez en la sala de operaciones, le dieron una cama especialmente reforzada y le hicieron seguir una dieta para que adelgazara antes del procedimiento, que era muy riesgoso porque consistía en extirpar tres cuartas partes del lado izquierdo del estómago.
Después de haber perdido 69 kilos gracias a esa operación, la segunda consistió en conectar el extremo del esófago al intestino, para reducir aún más su apetito. También se realizó una abdominoplastia para eliminar la piel suelta.
Luego de ambas intervenciones, la mujer cambió por completo su estilo de vida: empezó a caminar y a entrenarse con regularidad. Esto lo complementó con una dieta saludable, que la ayudó a perder otros 63 kilos.
Gracias a su fuerza de voluntad y la ayuda y supervisión de los médicos, Rajani perdió tres cuartos de su peso corporal. En la actualidad, con 42 años, la balanza aún le marca unos 82 kilos por encima de lo aconsejable si se tiene en cuenta su altura (1,65m).
«Antes de las cirugías, mi vida era un desastre. Estuve en cama por ocho años. Nunca dejé mi casa en todo ese tiempo, ni tan siquiera vi la luz del sol. Estaba deprimida”, contó la mujer a medios locales. Rajani pudo volver a trabajar, a desplazarse por su cuenta. y dejó atrás ese título Guinness que no quiso ganar jamás.
Informe21