Los orígenes de las relaciones diplomáticas son tan antiguos como la historia de las sociedades mismas. A medida que estas últimas se fueron configurando como unidades políticas autónomas, surgió la necesidad de relacionarse y comunicarse con aquellas que las circundaban. Pero, la diplomacia del mundo contemporáneo presenta sustanciales diferencias con la sustentada por las comunidades primitivas.
Hoy, como ayer, las relaciones diplomáticas forman, junto con la guerra, las dictaduras, el comercio y la comunicación, el sustrato esencial de una sociedad, cuyo entramado de relaciones y actores ha experimentado una constante y creciente complejidad a lo largo de la historia. En mesas de negociación se han sentado, frente a frente, representaciones democráticas, con delegados de las peores satrapías del mundo, haciendo extraordinarios esfuerzos por encontrar soluciones a los conflictos que afectan a las grandes mayorías.
En 1716, François de Callières, considerado como un destacado teórico de la diplomacia. publicó el tratado “El Arte de Negociar con Príncipes Cristianos”. Estudiosos lo señalan como: el mejor manual sobre la materia jamás escrito. “En la diplomacia está en juego el destino de una nación”, decía Callières. Desde el siglo XV la diplomacia poseyó un carácter predominantemente secreto propiciado por el restringido acceso a esos asuntos. Quedando reservados a un reducido grupo de personas, integrado por los miembros del gobierno, altos funcionarios de la administración estatal y miembros de las cámaras legislativas.
Luego de la Primera Guerra Mundial, la actividad diplomática dejó de ser secreta y restringida para pasar a ser abierta y pública. Este cambio fue auspiciado por el presidente norteamericano Woodrow Wilson, quien en su conocido Programa de los Catorce Puntos defendió «la adopción de Acuerdos de Paz concluidos abiertamente, y según los cuales no debía haber acuerdos privados, cualesquiera que fuese su naturaleza; la diplomacia procederá siempre de forma franca y pública», concluía el presidente norteamericano. En la Venezuela de hoy, después de tantas marchas y contramarchas del sector político, los ciudadanos, tan escaldados como un gato bañado con agua caliente, requerimos que la tesis, sostenida por el señor Wilson, se siga manteniendo.
El libro de Callières ha sido aclamado como una mina de sabiduría política. Antes de su aparición, las preguntas sobre la conducción de la diplomacia habían ocupado a muchos autores y teóricos. Para Callières, “la diplomacia, guste a no, por las posiciones encontradas y los intereses económicos que se mueven en su alrededor, es una actividad necesaria, y es la principal consecuencia de la soberanía y la independencia”. Algunos teóricos afirman que gran parte de la práctica diplomática moderna se originó en las ciudades-estado italianas del renacimiento, donde los modales se practicaban cuidadosamente y el asesinato era a menudo la solución más razonable a las controversias.
Los eventos políticos que hoy recorren el planeta, necesitan de las mediaciones e invitan a reflexionar sobre la diplomacia y el rol preponderante que esta sigue jugando en la resolución de conflictos. Para calificar, de alguna forma, a los recientes acontecimientos políticos venezolanos, podríamos profetizar que, nos encontramos ante el “canto de cisne” de algunos dirigentes. Metáfora utilizada por los poetas, precristianos, Virgilio y Marcial, para calificar la última obra o actuación de una persona, antes de su muerte o jubilación. El cisne no canta nunca, pero dicen que, justo antes de morir, este animal emite un canto melodioso como premonición de su propia muerte.
Muchas de las discusiones sobre resolución de conflictos son abiertas, otras no, por el bien de los temas tratados. Callières recomienda tener mucha paciencia en este punto. Ese fue el gran secreto de su obra. El diplomático y en muchos casos el negociador, debe ser un artista que pinta un paisaje e intenta convencernos, a los demás, de que ese paisaje es la realidad que nos circunda.
Un entendido en la materia dijo: La diplomacia, es el arte de resolver lo que en teoría no tiene solución. La paleta diplomática está compuesta de simbolismos lingüísticos, pronunciados en el tono apropiado para cada ocasión. Al inicio de su relación, Trump y Kim utilizaron tonos estridentes y amenazadores; el “fuego y furia” de Trump dirigido al “pequeño hombre cohete” y la promesa de Kim de borrar del mapa a Guam, dirigida al contrincante. Luego ambos se abrazaron y elogiaron profusamente. En algún momentonos enteraremos, eso espero, en cual etapa del proceso, se encuentra el accidentado caso político venezolano.
Noel Álvarez / @alvareznv / Noelalvarez10@gmail.com