La gran lección ¿o afirmación? del caso venezolano para la historia universal es que la comunidad internacional es lerda, indolente e interesada, sumergida en obstáculos para los pueblos, pero un paraíso para quienes ejercen el poder legal o ilegalmente. No es de extrañar, en nuestra región ¿Cómo es que Cuba puede formar parte de la OEA cuando el leitmotiv de esta organización es salvaguardar la democracia? Efectivamente, debemos cuestionar qué tanto hemos avanzado o retrocedido…
Existen demasiadas contradicciones, por ejemplo: la comunidad internacional influyente y determinante desconoce a Maduro por haber perpetrado (entre otros presuntos delitos) fraudes electorales, lo que lo ausenta de legalidad y legitimidad, sin embargo, permite su gobierno imponga condiciones para abordar su dimisión o reconocimiento. Se evita escalar más allá de las sanciones económicas y financieras a otro nivel so pena de agravar el sufrimiento de los venezolanos, la verdad es, cada día que transcurre el chavismo en el poder el país se derrumba cada vez más aprisa, los venezolanos mueren a raíz de una oprobiosa escasez de medicinas y alimentos o por una inflación que evita adquirir los que se consiguen, sin mencionar las muertes por un hampa impune, el suplicio agonizante de los servicios públicos y un dramático entre otros.
Guaidó hizo renacer la esperanza entre quienes sueñan con un país libre, sin controles ni racionamientos a sus derechos, donde sus gobernantes se apoyen en talento y potencialidades criollas, no en profesionales, empresarios ni trabajadores de otras naciones a fin de conciliar apoyos internacionales irrestrictos. Sin embargo, ha entrado en un peligro reciclaje de errores, no termina de asimilar que el chavismo no existe, se enfrenta es al castrismo, un castrismo que, a diferencia de Cuba, en Venezuela cuenta con inagotables recursos, pero igual de siniestro.
Otra lección ¿o afirmación? es que los pueblos continúan estando solos, lo que ha hecho el castrismo en Venezuela, Nicaragua y Bolivia alienta a dictadores replicar sus ejemplos en toda la región, bajo el concepto de autodeterminación de los Estados cabe un sinfín de artilugios para burlar la democracia, así como la justicia nacional e internacional, después de todo, qué le puede importar a este tipo de gobernantes las sanciones contra sus gobiernos sí al final ellas afectan al pueblo no a ellos, quienes disponen a placer de los recursos de las naciones.
Ahora bien, sí esas sanciones buscan que a través del padecimiento los pueblos finalmente se subleven contra sus tiranos es absolutamente inhumano, calculen las muertes y el sufrimiento que causan antes de generar (sí es que lo hace) ese efecto revoltoso ¿Qué diferencia hay entonces con una guerra o intervención militar? Las cosas no terminan de aclararse, al contrario, reverdecen las contradicciones.
Así las cosas, Venezuela padece hoy de un Presidente Interino, Juan Guaidó, atado de manos, cuyo momentum parece estar pasando a la luz de la política visible. Por otro lado, un Maduro no reconocido por la comunidad internacional (ni sus organizaciones) determinantes e influyentes, hípersancionado, pero con despensa llena para soportar los embates de los previsibles errores de sus adversarios.
Mientras la vida de los venezolanos se arruina diariamente, lo único cierto es la incertidumbre, el castrismo en Venezuela está en el piso, pero no hay réferi que cuente hasta 10.
Leandro Rodríguez / @leandrotango