Es un hecho, Estados Unidos no ha importado ni un solo barril de petróleo procedente de Venezuela durante las últimas tres semanas.
Se trata de un dato relevante si se considera que el país sudamericano tiene las mayores reservas de petróleo del mundo y que durante décadas ha estado entre los principales proveedores de crudo de la mayor potencia del mundo.
No hace mucho, apenas a inicios de este año, la petrolera estatal venezolana, Pdvsa, enviaba más de medio millón de barriles diarios a EE.UU.
Esa cifra ya reflejaba un gran descenso en las transacciones en comparación con los años de mayor producción petrolera de Venezuela, a finales de la década de 1990, cuando las ventas de crudo a Estados Unidos llegaron a rozar los 2 millones de barriles diarios, según datos de la Administración de Información Energética de EE.UU. (EIA, por sus siglas en inglés).
La caída registrada en las últimas semanas, no obstante, no es consecuencia del descenso en la producción de Pdvsa sino de las sanciones aplicadas por la Casa Blanca en contra del gobernante Nicolás Maduro.
En enero pasado, el gobierno de Donald Trump anunció la congelación de los fondos procedentes de la compra de petróleo a Venezuela.
La medida buscaba forzar la salida del poder de Maduro, cuya legitimidad Washington cuestiona por haber sido elegido en mayo de 2018 en unos comicios cuestionados por una parte de la comunidad internacional.
Las sanciones económicas contemplaban unas autorizaciones temporales para el cumplimiento de contratos existentes por lo que las importaciones de crudo venezolano fueron disminuyendo a lo largo de estos últimos cuatro meses hasta llegar al punto en el que se encuentra actualmente.
Pero, como ocurre en todo mercado, el frenazo de los envíos de Pdvsa ha significado al mismo tiempo el surgimiento de una oportunidad para que otros países aumenten sus exportaciones a Estados Unidos.
Entonces, ¿quiénes han resultado beneficiados con esta nueva situación?
Vacío complicado. El principal cliente del crudo venezolano en Estados Unidos era Citgo, una subsidiaria de Pdvsa que llegó a tener en Estados Unidos ocho refinerías y miles de estaciones de servicio propias.
La adquisición de Citgo, realizada después de la nacionalización petrolera ocurrida en Venezuela en la década de 1970, formaba parte de la estrategia de internacionalización de Pdvsa, que buscaba, entre otros objetivos, garantizar la entrada del crudo venezolano en el mercado estadounidense.
Los otros grandes compradores de crudo venezolano en Estados Unidos son la empresa Valero Energy Corp y la transnacional Chevron. “En 2018, 98% de las exportaciones de petróleo de Venezuela hacia Estados Unidos tuvieron como destino refinerías en la Costa del Golfo”, dice Mason Hamilton, analista principal de mercados petroleros de la EIA, en conversación con BBC Mundo.
En esa región hay un conjunto de centros de refinación que desde hace décadas están adaptados total o parcialmente para procesar el petróleo venezolano.
“El crudo venezolano es muy pesado, muy viscoso y tiene un alto contenido en azufre. Así que no lo puedes sustituir con cualquier tipo de petróleo pues tendrías que incurrir en grandes costos para hacer numerosos cambios. Por eso, lo que las refinerías hacen es intentar reemplazarlo con crudos similares”, señala Hamilton. Según el experto, otros países que tienen petróleo pesado de este tipo son Canadá y México. También en parte Arabia Saudita, Irak, Colombia y Ecuador.
“Últimamente hemos visto un incremento significativo de importaciones de crudo de Canadá en la Costa del Golfo de EE.UU y, en cierta medida, de México, Irak, Colombia y también un poco de Ecuador”, apunta Hamilton.
Matt Smith, director de investigación de materias primas de ClipperData, una empresa especializada en seguimiento al transporte global de petróleo por vía marítima, señala que tras las sanciones a Venezuela, los crudos pesados procedentes de América Latina han sido la fuente obvia para sustituir el crudo venezolano, dada la cercanía geográfica.
BBC Mundo