Razón tiene Nicolás para ver los desfiles militares de lejos, no vaya a ser que le pase como a Anwar el-Sadat, que lo mataron el 6 de octubre de 1981, mientras observaba el Desfile de la Victoria. Ese día, solo seis soldados del ejército fueron suficientes para ametrallar al presidente egipcio. No lo llamen cobarde, tiene derecho a preocuparse por su vida, algo está haciendo para vivir en ese estrés. Pero la historia no termina ahí.
Hosni Mubarak, quien era el vicepresidente de Sadatlo sucedió y se mantuvo en el poder durante 29 años y 4 meses. No solo está libre, sino que fue absuelto de cualquier delito. Puede que la dictadura de Sadat hubiera terminado antes. Lo que demuestra la historia es que el remedio puede ser peor que la enfermedad. Cuiden a Nicolás, no lo maten, no hay garantías de que el que venga sea un demócrata. Mejor hacemos elecciones, eso sí, con todas las garantías que exige el presidente Guaidó.
Matar presidentes o reyes trae complicaciones, por ejemplo: el 1 de marzo de 1881, unos terroristas mataron al zar Alejandro II de Rusia, lo hereda su sobrino Nicolás (no es el mismo de arriba), con solo 13 años. Cuando se hace grande mete a Rusia en la Primera Guerra Mundial, el otro mata gente de otra manera, a unos a crédito a otros al contado.
No puede quedar por fuera el asesinato de Francisco Fernando de Austria en 1914. La organización terrorista Mano Negra, queriendo liberar a Serbia de toda dominación de Austria decidió matar al príncipe heredero. Estas malas noticias cambiaron todo.
Cuando muchos desearon la muerte de Chávez, la divina providencia los complació. Demás está repetir aquello del remedio. Nicolás es la mayor desgracia que hayamos vivido, aunque podría venir un pelo peor.
Los desfiles no son solo para conmemorar fechas patrias, grandes batallas, cumpleaños u onomásticos. También, sirven para demostrar fuerza, lo último en tecnología militar, los mejores tanques y aviones. Llaman al pueblo y a las representaciones diplomáticas a observarla potencia militar con la que se cuenta para evitar una agresión. Al igual que el Plan República en los procesos electorales, es la oportunidad para que los mandos militares se gasten una fortuna en sus juguetes, protegidos por el secreto militar y de Estado en los gastos incurridos. Pídale lo que quiera al comandante del desfile, no importa que sea de la aviación.
Un buen desfile tiene caballos con soldados vestidos a la usanza patriótica, soldados trotando y pegando gritos. Recuerdo a un familiar marchando con Los Cazadores, quien iba a pensar que toda esa euforia militarista caería en la nada, en el mayor desprecio por los disfrazados de verde. Helicópteros, aviones, paracaidistas, tanques, todos con nombres rimbombantes en clara alusión al pasado militarista con el que no tienen ninguna coincidencia. El narrador vocea: aquí viene el grupo de blindados Negro Primero, la representación del batallón Hugo Chávez, el equipo de asalto del erario nacional representado por los ministros tales y tales, la milicia mostrando el poderío de las cajas Clap vacías.
No vi desfilar las fuerzas armadas de Rusia o de China, que son las que van a defender a Nicolás.
Este 5 de julio si desfilaron las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), ese mismo cuerpo de seguridad que el informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos dice que: ha “sido presuntamente responsables de numerosas ejecuciones extrajudiciales en operaciones de seguridad”, que “hicieron un uso excesivo de la fuerza de manera deliberada” y que son “responsables de centenares de muertes violentas”. La Alta Comisionada, en sus recomendaciones, hace un llamado a que se “Disuelva las FAES y establezca un mecanismo nacional imparcial e independiente, con apoyo de la comunidad internacional, para investigar las ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo en el curso de operaciones de seguridad, asegurar que sus responsables rindan cuentas”. En ese Informe fue calificado como parcializado el Fiscal General designado por la Asamblea Constituyente. No tenemos quien acuse, no tenemos quien juzgue, es necesario un cambio.
Los compañeros del Capitán de Corbeta Rafael Acosta Arévalo, asesinado el pasado 28 de junio, marcharon orgullosos frente a Nicolás, como sientendieran las razones de la muerte de ese oficial por parte de efectivos de la DGCIM, del que el informe de la Alta Comisionada recoge como práctica habitual de ese organismo el uso de “formas de tortura o trato o pena cruel, inhumana o degradante, como la aplicación de corriente eléctrica, asfixia con bolsas de plástico, simulacros de ahogamiento, palizas, violencias sexuales, privación de agua y comida, posturas forzadas y exposición a temperaturas extremas”.
Esta es parte de la fuerza armada que protege al gobierno revolucionario. Dicen que existe otra, que estamos por verla, y que el que va a salir se asoma.
Jesús Rangel Rachadell / @rangelrachadell