Pancho Villa (1878-1923), como los hombres guapos de la época, se distinguió por su valentía y por su definitiva ayuda a favor, no de los más necesitados, que eran muchos, sino de los mas abandonados pues eran los más fáciles por los cuales emprender una causa para ayudarlos en lo colectivo. Esa inclinación se comprendía porque se veían las ayudas que esperaban por su presencia y les permitía verlos más de cerca y oírlos en sus pedidos y agradecimientos casi no entendidos con sus voces llenos de miseria en el lenguaje y desproporciones para desarrollar una conversación algo menos que doméstica. Esos mismos fundamentos se manifestaban en las estepas y montes venezolanos cuando Ezequiel Zamora merodeaba por las regiones andinas y orientales de Venezuela. Pero Villa practicó el bandidaje y se unió al grupo de Ignacio Parra hasta que se alejó de la banda cuando ocurrió el asesinato de un anciano. Entonces, Villa se despegó de ellos y se fue a trabajar en Chiguagua como albañil. A partir de esta participación, la policía empezó la persecución en su contra y fue la razón por la cual volvió a la sierra como cuatrero.
José Doroteo Arango Arámbula fue su nombre de pila. Se cambio su nombre a Francisco Pacho Villa después que en 1894 disparó e hirió al dueño de la hacienda donde trabajaba al encontrarlo ultrajando a su hermana de 16 años, teniendo que huir.
Político, militar, revolucionario mejicano se constituyó en uno de los personajes más destacados de la Revolución Mejicana donde llegó a tener el rango de General de División. Este hombre, de inteligencia natural, había nacido en La Coyotada, minúscula población de San Juan del Rio, Durango, el 5 de junio de 1878. Siendo adolescente quedó huérfano y Villa se fue a trabajar como ranchero sin tener la oportunidad de asistir a la escuela por la necesidad de trabajar para pagar las deudas de su padre. Se convirtió, en ese entonces, en un cuatrero, y en la mejor denominación, guerrillero sin causa. Sin embargo, al conocer a Abraham González, representante político de Maderos en Chiguagua, aprendió la educación básica que le abrió los ojos del mundo político para cambiar la visión de su vida y su relación con quienes estaban en el poder. En 1910, de la mano de Abraham González con quien tenía relaciones comerciales, se unió al movimiento de Maderos. El 17 de noviembre de 1910 atacó la hacienda Cavaria. Desde ese mismo día, se dedicó a reclutar gente para construir su tropa. En la lucha armada maderista, se distinguió por su audacia y organización. En la revolución maderista se comenzó a revelar el ingenio militar y su capacidad estratégica. En efecto, Villa engañó a las fuerzas del General Navarro colocando sombreros sobre estacas para hacer ver un contingente mayor, obligando al Gral. Navarro a su retirada. Pancho Villa sobresalió como jefe de las batallas de San Andrés, Santa Isabel, Ciudad Camargo y Las Escobas contra el Gral. Puebliya. Participó, además, en Ciudad Juárez, al lado de Pascual Orozco, contra el Gral. Navarro a quien quiso fusilar incluso contra la voluntad del propio Francisco Maderos. Después de tomar Torreón, Villa se hace de los primeros trenes de sus fuerzas que después servirían para transportar los grandes contingentes de la división del Norte.
Fue un buen jefe guerrillero. Reclutó en sus tropas a jornaleros y pequeños colonos desposeídos de sus tierras. Participó destacadamente en varias batallas contra el gobierno federal. Durante la gestión de Maderos estuvo a las órdenes del Gral Huerta quien, desconfiando de él, le condenó a muerte por insubordinación pero José Doroteo siguió vivo. En 1912, Pancho Villa fue trasladado a la Penitenciaria de Lecumberri donde estuvo encarcelado. En diciembre de ese año, fue trasladado a la prisión de Santiago de donde se fugó el día de Navidad. Se dice que aprendió a leer y escribir durante su período de presidiario. En 1913, se unió al ejército constitucionalista creado por V. Carranza y se hizo con el control del estado de Chiguagua formando la división de Norte y ocupando las ciudades de Torreón, Ciudad Juárez y Zacatecas. Demostró, entre 1912-14, que tenía don para la administración pública. Como gobernador del Estado de Chiguagua, estableció el orden con rapidez, abarató artículos de primera necesidad, abrió el Instituto Científico y Literario, condonó contribuciones atrasadas, emitió papel moneda, fundó 50 escuelas, envió a sus hombres para ayudar en las cosechas y ordenó la reparación de ferrocarriles y líneas telegráficas, imponiendo el duro código que aplicaba a sus propias tropas. Estableció la ley seca para el ejército y amenazó con fusilar a quienes estaban bebiendo, cerró cantinas y fábricas de alcohol. Decía que el alcohol era el culpable de las desgracias de las personas. En 1914 entró en Ciudad de México junto a Emiliano Zapata. Tras rechazar la autoridad de Carranza, sufrió una gran derrota en Celaya frente al Gral. Obregón, por lo que se retiró al Estado de Chiguagua, no sin antes arrebatar propiedades a terratenientes. En 1916 cruzó la frontera y atacó la ciudad de Columbus matando varios ciudadanos y destruyendo parte de la misma. Cuando fue derrocado Carranza en 1920, Adolfo de la Huerta le invita a deponer las armas. Tras aceptar la amnistía firmando el convenio de Sabinas, recibió en propiedad el Rancho de Canutillo de 25.000 has., cercano a Hidalgo del Parral, que explotó con sus compañeros Los Dorados, de la división del Norte. Tuvo innumerables amantes y fue polígamo al contraer matrimonio por la Iglesia con muchas de ellas. Nunca le faltaron mujeres y muchas de ellas le dieron hijos.
En conclusión, los casos como Pancho Villa son excepcionales. Los gobiernos andan a favor y en contra de ellos. La historia de los contrabandistas de Colombia así lo confirma. Por otra parte, terminan gustándole a la gente y no viven como Dios manda sino como quieren vivir ellos. Villa fue la revolución romántica del mejicano famoso. Murió asesinado hace 96 anos, el 20 de julio de 1923. Su vida fue corta pero su performance muy largo. Muchos creen que fue útil la vida de El Centauro del Norte. Sus restos fueron profanados, desapareciendo la cabeza que fue entregada a Williams R. Hearst quien pagó $5000, exhibiéndolo como un trofeo.
En 1976 sus restos mortales fueron trasladados al Monumento de la Revolución siendo así reconocido como un ícono de la revolución mexicana.
Luis Acosta