Bolívar soberano quedó en la historia

Hace justo un año Venezuela estrenaba el bolívar soberano, la nueva moneda con cinco ceros menos que sustituía al bolívar fuerte, víctima de la hiperinflación del país, la más alta del mundo.

Había llegado a tal extremo la devaluación del viejo bolívar, que los artículos más cotidianos costaban cientos de miles o millones de bolívares, haciendo imposibles de manejar las cuentas de las empresas y también las de muchas familias, cuyo poder adquisitivo fue devorado día tras día por la subida de los precios.

Cuatro días después de la entrada en vigor de los nuevos billetes el 30 de agosto de 2018,un kilo de aguacates costaba 27,50 bolívares soberanos en un supermercado de Caracas. Este miércoles, su precio estuvo en 7.780, es decir, 283 veces más que entonces.

El kilo de zanahorias, que entonces estaba en 40 bolívares soberanos, costaba esta semana 9.900, 247 veces más.

Otro artículo muy consumido en un país en el que muchas comunidades no cuentan con un suministro regular de agua potable, la garrafa del líquido mineral de cinco litros, costaba 136 bolívares cuando se estrenó la nueva moneda. Esta semana su precio alcanzó los 22.305 bolívares.

El kilo de papas, que costaba73,93 de los nuevos bolívares, se vende ya por 23.500. Como muestran estos productos, la subida de los precios se ha mantenido y afecta a todos los productos, incluidos los de primera necesidad.

Sube sin parar

El impacto de esta imparable alza es el tema de conversación dominante en todos los mercados.

Carolina, telefonista que compra a menudo en un mercado de una zona de la capital tradicionalmente considerada como de clase media, se queja de que “la harina de maíz para hacer las tradicionales arepas ya cuesta casi 17.000 bolívares. Sube sin parar, como el aceite, como la pasta, como todo”.

Son los efectos para la gente de la inexorable pérdida de valor del bolívar soberano, que no parece tener más éxito que su predecesor, algo que ya advirtieron muchos expertos cuando apareció en la palestra pública.

El bolívar soberano venía para corregir todos esos males, prometía el cuestionado jefe del régimen Nicolás Maduro en los largos mensajes que dirigía al país a través de la televisión estatal en aquellas fechas.

Debía provocar un “equilibrio reevaluador” en la economía venezolana.

La nueva moneda era parte de un conjunto de reformas económicas oficialmente bautizado como Plan de Recuperación Económica, Crecimiento y Prosperidad, que incluía el fin de la venta de gasolina gratis y el anclaje de los salarios a una moneda virtual creada por el Estado venezolano llamada petro.

Maduro, que ha culpado reiteradamente de la hiperinflación a “la especulación contra la moneda venezolana” impulsada desde Estados Unidos y Colombia, los ejes de la “guerra económica” que a su juicio sufre el país, aseguraba que el nuevo cono monetario le pondría fin.

Un año después, el bolívar soberano es de lo poco que queda de un plan que el gobierno dejó de hablar hace tiempo y un recorrido por las calles que refleja su escaso éxito en el objetivo de contener la hiperinflación.

Francisco Rodríguez, economista jefe de la consultora Torino Capital declaró que “no se puede acabar con la hiperinflación sin un programa de disciplina fiscal y monetaria”.

BBC

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