De Pedro I, a otro grande. Por Eugenio Montoro

Pocas figuras de la historia rusa llaman tanto la atención como Pedro I, conocido luego, por mérito de algún chupamedia, como Pedro el Grande. Pedro en efecto era, por lo alto, un gigante. Era, además, desgarbado, flaco y con una cabeza, manos y pies muy pequeños para su tamaño.

Durante su mandato, a principios del siglo XVIII, Pedro hizo muchos cambios en la sociedad rusa y la convirtió en una nación poderosa. Viajó en varias ocasiones por toda Europa, se “fusiló” lo que pudo y se trajo de vuelta las ideas que luego aplicaría.

Creó un Senado, el colegio de asuntos extranjeros, la escuela militar, dividió el gobierno en 8 provincias con bastante autonomía y estableció una vigilancia fiscal para evitar la corrupción. El ejército lo transformó fuertemente dándole gran impulso a la flota de guerra. Se metió duro con los boyardos (una especie de grandes cacaos de la época) y les obligó a afeitarse la barba o pagar impuestos por llevarla, también prohibió la costumbre de limpiarse los dientes con los cuchillos y de meterse los dedos en la nariz, fundó el primer periódico y estableció una especie de meritocracia cultural para ascender en la administración pública.

Envió miles de rusos a estudiar a otros países y abrió nuevas escuelas en el suyo. En 1700 adoptó el calendario occidental. También incursionó en numerosas aventuras guerreras principalmente para obtener una salida al mar Báltico y expandir sus territorios. Pedro fue un gran reformador y pisó callos a montón, pero llevó a Rusia de su atroz atraso a un grado aceptable de modernidad.

La mayoría de los países tienen en su historia a algún personaje que hace cambios sobresalientes. Para muchos Rómulo Betancourt fue el gran impulsador del sistema democrático llevando a Venezuela a la modernidad de gobierno y lo hizo en medio de circunstancias muy difíciles.

Pronto vamos a requerir a otro Grande, a un personaje fuera de lo común para rescatar a Venezuela de su enorme atraso. Sea cual sea la explicación los índicesnos dicen dónde estamos en electricidad, agua, comunicaciones, corrupción, inseguridad, narcotráfico, salud, transporte, industria manufacturera, comercio, actividad agrícola etc. En todos estamos en los últimos puestos compitiendo con países pobres de África.

Reconstruir Venezuela es una tarea titánica que requerirá de un par de lustros. Muchas decisiones también pisarán callos y sobre todo presionarán a toda la población a pagar mucho más por servicios, usualmente subsidiados, como gas, electricidad, agua, gasolina, transporte. Los ciudadanos necesitarán para ello trabajos bien remunerados y la paradoja es que por un tiempo estará coincidiendo con el período donde aún habrá muy poco empleo. El peligro de una explosión social estará presente y además acicateada por estos asquerosos ultrosos de izquierda, culpables de todo, que no se resignarán el haber salido del poder. Saber manejar este asunto es de mucha importancia.

Hemos venido sosteniendo que hay un grueso de población acostumbrado a recibir dádivas del gobierno. Muchas de ellas son absurdas y la mayoría mal manejadas, pero, sin embargo, alterar esa modalidad va en contra de la estabilidad política necesaria para ir reconstruyendo el país.

Nuestra opinión es que se debe considerar el inmenso monto de dinero en dádivas como una especie de seguro de estabilidad democrática (SED) y mantenerlo (o aumentarlo) hasta que se necesite. Paralelamente se irán creando muchas fuentes de trabajo y con un buen plan educativo y de propaganda las dádivas irán cambiando su imagen hasta ser consideradas como una vergüenza el recibirlas.

Pero primero lo primero. Tenemos que sacar a este régimen de pillos. La cosa está muy movida. Parece que ahora si va.

 

Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es 

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