El difícil arte de delegar. Por Eugenio Montoro

La delegación usualmente la asociamos con empresas y organizaciones públicas en relación a la autoridad que alguien le otorga a un individuo o a un grupo. En realidad, es mucho más cotidiana y la madre puede delegar en la hija labores de la casa o el padre envía a su hijo a resolver algún asunto en su nombre.

La delegación supone que la persona puede realizar la cosa delegada y su uso es vital para el buen funcionamiento de cualquier sociedad. Hasta el mismo presidente de la república (aunque con frecuencia se nos olvida) es el delgado de los ciudadanos, para administrar y resolver los problemas del país.

La delegación es necesaria por asuntos de tamaño, geografía o tiempo o porque usted sabe poco de algún asunto y tiene un especialista. Existe también la posibilidad de usarla como entrenamiento para que la persona se prepare antes de otorgarle una delegación definitiva.

Todo líder y gerente debe delegar y es parte de su misión. La inteligencia en su manejo no solo hará que la empresa u organismo funcione bien, sino que además destacará a los mejores para reemplazos futuros.

La palabra clave de la buena delegación es la confianza, por eso los líderes prefieren seleccionar directamente a sus colaboradores, pero en muchos casos el nuevo gerente se encuentra con una organización establecida y no conoce al personal. Bien sea por confianza previa o por la que deba crear, el nuevo gerente tendrá que delegar y asumir el riesgo que conlleva el error de otros, pues lo que nunca se puede delegar es la responsabilidad sobre lo que pase. Cuanto delegar a cada quién en base a su competencia y creatividad, es el fino arte del buen líder.

La formulación clarísima de los objetivos a lograres la brújula del delegado y el líder debe otorgarle mucha libertad para la acción y para la toma de decisiones. Un líder o gerente que quiere mantenerse informado de todos los detalles y que exige que todo debe autorizarlo él antes de ejecutarse, es un profesional mediocre.

Usualmente ocurre una transformación notable en los individuos a los que mediante delegación se les exigen resultados, pero, al mismo tiempo, se les da la autoridad para ejecutarlos. La transformación es casi mágica yse logran excelentes gerentes con mucha capacidad y seguridad para también, a su vez, delegar.

Las empresas familiares y las organizaciones públicas tienden a colocar individuos, por su afinidad sanguínea o su afinidad política, en puestos importantes. Esto es un problema para toda la organización y en especial para los gerentes que tienen que cargar con estos sacos de cemento en la espalda. Ojalá que eso nunca ocurriese pues es malo para todos y hasta para el propio individuo quien sabe está en esa posición sin tener el mérito ni el talento adecuado.

El Plan País ha enfatizado sobre qué hacer en cada área de un nuevo gobierno y hay recomendaciones sobre las acciones que a diferentes tiempos se deberán ejecutar, sin embargo, la más importante tarea es anticipar a las personas con el talento necesario para ejecutar ese Plan y desde ya hay que elaborar la lista de los ministros, presidentes de institutos públicos y empresas del Estado para el gobierno de transición, elegidos por sus muchos méritos y talentos y no por su tendencia política.

Esta delicada selección es una obligación de la Asamblea Nacional y del presidente Guaidó. La reciente selección del CEO de CITGO usando una empresa de reclutamiento ejecutivo fue una buena idea como para repetirla.

Unos excelentes ministros bien seleccionados, sin duda elegirán unos buenos directores y así podrán delegar con libertad y eficiencia. Si la selección se hiciera por su afinidad política no estaríamos siendo consistentes con lo que hemos dicho sobre lo mal que está el país y hasta justo sería reclamar, entonces, cualquier designación pirata. Por esta razón, en este proceso de recuperación solo hay cupo para los mejores y, en eso, nadie puede equivocarse.

La tarea desacar a Venezuela de su monumental atraso, debe hacerse con la hermosa visión del patriota y nombrar y delegar en los mejores. Cualquier otra forma es errada e infame.

 

Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

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