Después que estaban convictos y confesos de ser golpistas contumaces, se camuflaron para lucir más democráticos que Rouusseau, más liberales que Locke y más institucionalistas que Montesquieu. Por eso urdieron el fraude de la impostura, participando en elecciones presidenciales en 1998, en cuya campaña prometieron profundizar la democracia y no demolerla como lo han hecho, juraron que respetarían la libertad de expresión y la propiedad privada, después cerraron docenas de medios y arrasaron con miles de industrias. Hicieron un circo con las volteretas que escenificaron, fría y calculadamente.
Se provecharon indebidamente del momento de euforia para promover unas elecciones de una Asamblea Constituyente, para controlar no la mayoría, sino la casi totalidad de las curules. Fue así que diseñaron un kino que matemáticamente les permitía acaparar los sufragios con doble filo. Eso fue, sin duda un fraude barnizado de legalidad. Con ese foro maniatado procedieron a darse una Constitución que satisficiera los antojos del caudillo de turno, para que posteriormente soltara su indigestión dictatorial sobre las páginas del magno texto.
Luego montaron el fraude del Referéndum Revocatorio del 2003, que terminaron consumando el 20 de agosto de 2004, una vez que crearan las condiciones materiales para perfeccionar el resultado que buscaban. Fueron rebanando el tiempo mediante resoluciones sobrevenidas que dictaba un Consejo Electoral domesticado, que actuaba acompasadamente con otros poderes subordinados al dictador, como eran el TSJ y La Fiscalía General de la República. Ellos inventaron la siniestra figura de “las firmas planas”, simplemente para ir ganando tiempo mientras consolidaban su plataforma de la trampa.
Así llegamos a otra etapa electoral para seleccionar nuevos parlamentarios en diciembre de 2005. la oposición denunciaba que el entramado electrónico dirigido desde La Habana, favorecía la intimidación que se irradiaba sobre el electorado, porque se esparcía el temor de que el elector no gozaba del carácter secreto del voto que emitiera. Representantes de la oposición sacudieron a la sede del nada autónomo CNE, en dónde Gerardo Blyde dio detalles que hacían presumir que «las maquinitas de Jorge Rodríguez», podían develar como había sufragado cada ciudadano.
El fraude al resultado del Referéndum del 2 de diciembre de 2007 fue la próxima argucia en la lista. Chávez enfurecido calificó de «pírrica” la victoria que “contra viento, marea y trampas”, logró una ciudadanía aguerrida. La dictadura desconoció y se burló de ese resultado, Chávez siguió perpetrando sus arbitrariedades y se dio la Constitución a su “leal saber y Real gana”.
También fuimos a elecciones regionales el 23 de noviembre de 2008, proceso en contra de todas las adversidades inimaginables, sin embargo, ganamos varias gobernaciones y alcaldías, pero la dictadura las despojó de competencias y recursos financieros. Ésa es una modalidad de fraude, como los mexicanos, “si pierdes arrebatas’. Eso hicieron.
La nueva ingeniería electoral para parlamentarias de septiembre de 2010 entro en rigor para que las matemáticas dejarán de ser exactas. ¿Por qué? Pues la oposición sacó mas votos que el chavismo, pero nos adjudicaron menos diputados.
Seguimos luchando, resistiendo como un pueblo abnegado, valiente, persistente y batallador. Nos recuperamos del traspiés de las presidenciales de octubre de 2012, en esa coyuntura el fraude tenía como evidencia el hecho cierto que la competencia no fue de «candidato a candidato», sino que nuestro abanderado, Henrique Capriles, se enfrentó a un Estado todo poderoso, manejado sin límites, de forma tiránica por el propio aspirante a la reelección.
Ocurrió el deceso del caudillo, montaron fraudulentamente a Maduro como sucesor temporal y de forma irregular convocaron a otras elecciones presidenciales para el 14 de abril de 2013. Capriles ganó, sin duda, gano, contra todo el ventajismo de la dictadura. Pero las dictaduras no respetan resultados electorales, salvo las que se cocinan a su gusto.
Después la ciudadanía va a otro proceso manipulado por el mismo CNE que monitorea la dictadura. Se logra con la presión interna y el acompañamiento internacional que fijarán el dia 6 de diciembre de 2015, para darnos un nuevo parlamento. En los meses de antesala al proceso, la dictadura inventó los más inopinados trucos, pero fue posible superarlos ampliamente. Esas fueron las últimas elecciones, más o menos competitivas. La dictadura no respetó su resultado. Días después designaron Magistrados espurios y declararon en desacato a la Asamblea Nacional.
Posteriormente, Maduro instaló un tinglado de origen fraudulento llamado Asamblea Constituyente. La empresa Smarmathi, mediante sus técnicos, denunció que el día 30 de julio de 2017, Maduro obligó a sus cómplices, trucar más de un millón de votos.
Pero siguió la feria de los fraudes, esta vez el 20 de mayo de 2018, Maduro quería ser reelecto y se buscó unos socios para desarrollar otra farsa electoral que fue repudiada como tal, por la comunidad internacional.
En definitiva, esa tiranía arbitraria no sale con elecciones. ¿hacen falta más pruebas? Creo que no. A Maduro y su camarilla le sale Intervención Humanitaria, lo antes posible, para hacer cierto el fin de la usurpación.
¿O no?
Antonio Ledezma / @alcaldeledezma