Frederik de Klerk, expresidente de Sudáfrica y Nobel de la Paz, se encontró la noche del jueves con el mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador en Mérida (Yucatán), pero no tuvo “una buena comunicación con él porque no habla inglés”. De esa manera respondió el político —laureado con el Nobel de la Paz en 1993 por su contribución para poner fin al régimen racista del apartheid— a los periodistas mexicanos que no escondían su curiosidad por conocer qué ideas habían intercambiado ambos líderes. “Aprecio el reconocimiento que me brindó”, zanjó el sudafricano.
De lo que sí estuvo dispuesto a hablar es de la crisis de Venezuela, un país profundamente polarizado, con una economía ahogada por una pésima gestión y con una población que sufre una grave crisis humanitaria, mientras la oposición liderada por Juan Guaidó y el régimen Nicolás Maduro dan vueltas a las negociaciones y no han logrado encontrar una salida al laberinto en el que se hallan. En muchos aspectos la situación recuerda a Sudáfrica, aunque Venezuela no sufra aquellos niveles de racismo. “Es una tragedia”, afirma Frederik de Klerk (Johannesburgo, 1936) tras ser preguntado por EL PAÍS sobre posibles salidas a la crisis venezolana.
El político echa mano de su experiencia cuando fue vicepresidente de Sudáfrica para analizar lo que pasa en Venezuela. Afirma que la salida es un “diálogo contundente y significativo” entre los actores que intervienen en la crisis. “Deben hacer lo que mi partido hizo, que es llevar a cabo soluciones significativas, tratar las causas [de la crisis] de raíz. En nuestro caso era el apartheid, la discriminación racial. Es una situación difícil la de Venezuela. Los líderes necesitan sentarse en una mesa sin demasiadas precondiciones y decirse: ‘tenemos que salvar a nuestra población, cambiar nuestra Constitución y así poder avanzar’. Deben de identificar el potencial de Venezuela, que ahora ha sido destruido”.
El País