«No te preocupes mamá, que todo estará bien», fue la respuesta que recibió Estela Hernández cuando llamó telefónicamente a su hija de 17 años el pasado sábado a las 3:00 de la madrugada, unas ocho horas antes de enterarse que la muchacha había fallecido en un accidente de tránsito en el distribuidor Jirahara poco antes del amanecer.
De acuerdo al relato de Hernández, ambas vivían juntas en el urbanismo Alí Primera, vía Duaca. El viernes en la noche la adolescente le pidió permiso a ella para ir a cenar con la familia de una vecina suya de 19 años al restaurant Mesón de la Campana; obteniendo el «sí».
La jovencita salió a eso de las 8:00 de la noche a Barquisimeto en el carro de sus vecinos, siendo manejado por el padre de su vecina, Carlos Torres, un supuesto funcionario de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim). Desde esa hora hasta la medianoche, la señora Estela no se comunicó con su hija.
Pasadas las 12:30, la madre llama a su hija para preguntarle a qué hora se regresaba al apartamento, pero esta le responde que aún seguían en el restaurant y que «estaban cuadrando para ir a una discoteca».
«Yo le dije que no, porque era menor de edad y no tenía permiso. Ella me dijo que como el papá de su amiga era funcionario la harían pasar. Le pedí a mi hija que me comunicara con Carlos y le dije que me regresara a mi hija y él me dijo que todo estaba bajo control, que él nunca la iba a dejar sola», señaló Hernández.
Pero eso no ocurrió, pues una fuente policial reveló que, supuestamente, a la menor y su vecina las pasaron buscando dos amigos de la segunda en un carro, y las llevaron hasta un sitio nocturno, ubicado en el este de la ciudad.
Dentro del sitio, las muchachas presuntamente conocieron a dos chamos «sifrinos», quienes montaban un carro blanco Nissan de lujo. Sin embargo, los dos amigos de la vecina de la víctima les habrían hecho una advertencia a ambas.
«Cuidado con ellos porque suelen venir a este lugar a conocer mujeres para seducirlas y llevarlas a tener sexo», dijeron, cuestión que aparentemente fue ignorada por ambas.
A las 3:00 de la mañana, Hernández llama a su hija para saber como está, pero ella estaba en otra llamada telefónica. La progenitora esperó unos minutos para volver a marcar y cuando volvió a repicar, el celular de la adolescente estaba apagado.
Para calmarse, Hernández se durmió pero a las 8:00 de la mañana se despertó y se fijó que su hija no llegó y el carro de su vecino tampoco estaba estacionado en su puesto, por lo que comenzó a llamar, tanto al celular de la joven como del funcionario, pero ninguno le contestó.
Después de un rato, volvió a llamar a su vecino, y finalmente su vecino le respondió, a lo que ella le pidió que le comunicara con su hija. «Estela, lo que pasa es que hubo un accidente de tránsito en el distribuidor Jirahara y tu hija falleció», fue la respuesta que recibió la madre, causándole conmoción y dolor.
Sobre el accidente, una fuente policial informó que ocurrió debido a la alta velocidad a la que el chofer agarró la curva del distribuidor Jirahara que da hacia la avenida Ribereña en sentido Cabudare, haciendo que golpeara la defensa y volcara hacia el monte.
El carro, afirmó la fuente policial, era manejado por un joven adulto mientras que de copiloto iba un amigo de él, dejando en la parte de atrás a la víctima y su amiga. Todos presuntamente estaban alcoholizados.
Tras el impacto, el cuerpo de la víctima salió expelido, sufriendo politraumatismo torácico que la mató casi enseguida. Su cuerpo fue levantado por funcionarios de la PNB y trasladado posteriormente a la morgue del Hospital Central.
La Prensa de Lara