Como era de esperarse, el régimen entretiene mientras ignora no solo a la oposición sino al clamor, a las necesidades sentidas de la población, su meta desde hace meses ha sido hilvanar otro proceso electoral fraudulento, concretamente las parlamentarias, con mismos actores que orbitan ruta e intereses propios que se prestaron a la pantomima de las presidenciales 2018.
Sí no fuera tan trágico diera risa la argumentación de estos autoproclamados mesías opositores, por demás minoritarios (Copei, Mas, Timoteo, Avanzada Progresista, Soluciones, entre otros) quienes arguyen que, ahora sí, ganar otra vez por paliza una nueva elección parlamentaria sería la estocada final al castrismo en Venezuela, pero… sí no lo fue en 2015 sin “Constituyente”, con condiciones electorales menos encumbradas, con una violencia institucionalizada que en comparación a la actual era imberbe ¿Qué hace pensar racionalmente ahora sí sería definitivo? A parte de solo darle revestimiento de gobierno a la usurpación, esas elecciones no tendrían el menor sentido aun ganándola, sí nada le costó a la tiranía inhabilitar al poder público más votado de la historia una vez ¿Por qué no podría hacerlo de nuevo?
Tampoco tiene sentido “demostrar la ilegitimidad del chavismo” porque sería llover sobre mojado, ya el castrismo venezolano no goza de reconocimiento, el gobierno para la comunidad internacional influyente y determinante es Guaidó, además, sobre el chavismo recaen dantescas acusaciones sobre presuntos vínculos con narcotráfico, terrorismo, corrupción globalizada, crímenes de lesa humanidad, entre otros igual de graves ¿Qué más hay que demostrar? Por sí fuera poco, la abstención no responde a un mandato político, es la expresión más acabada de rechazo popular a instituciones partidizadas, corruptas e inútiles… hasta que ello no cambie el venezolano ¡NO VOTARÁ! así convoque Guaidó, María Corina Machado o el Papa.
Por otro lado, la oposición orgánica formal, la de Guaidó (ninguna otra) peligrosamente deja diluir el tiempo, preocupa al dar muestras que su único plan era llenar de sanciones al régimen, sobre todo porque ninguna dictadura ha logrado ser derrotada a través de éstas, solo las radicaliza aún más y los anega en argumentos para justificar los desmanes ante sus acólitos y aliados, ello sin olvidar que nuestra nación es inagotable en riquezas, mismas que el chavismo todavía controla y siempre encuentra cómo obtener financiamiento para sus sostenibilidad, por precaria que sea. El tiempo ha sido el mejor aliado del castrismo en Venezuela, al tener control absolutista de todos los recursos, instituciones y violencia (formal e informal) ha logrado ver cómo los principales líderes opositores se desinflan… Guaidó pareciera correr la misma suerte.
Un hecho importante salta a la vista, ciertamente Guaidó se desinfla, pero el descontento que lo ataca no es capitalizado por el régimen ni por ninguno de la oposición amaestrada de Timoteo ¡No! quien sube en simpatía es María Corina Machado, el ala radical de la oposición, principalmente por una sencilla razón naturalmente comprobada, así como en la física newtoniana, en política toda fuerza responde a una fuerza igual y contraria.
No aceptar que desde hace más de 20 años la política venezolana se juega desde el extremismo es de enajenados, el chavismo día a día alimenta la radicalización porque es su combustible, con Chávez el motivo era la abultada chequera petrolera que lo permitía, con Maduro porque ante el fatal colapso del país por culpa del proyecto chavista no debe dar rendija a sus detractores.
Así, el antídoto contra el castrismo en Venezuela es la política fuerte, radical y en ello María Corina Machado ha estado clara desde el principio, la Fracción 16 de la AN también se corresponde con esa acertada visión. Los habitantes de este maltrecho país estamos a la espera de una conducción política correcta que reavive la presión social (hoy amedrentada) y los pasos internacionales necesarios.
Leandro Rodríguez / @leandrotango