¡Pero apenas son 20!, diría, sarcásticamente, un parlanchín del madurismo. Si, eso es cierto, pero la crudeza de la tragedia hace sentir que pesan como 20 siglos. Por eso no dejan de tener razón quienes aseguran, que la dimensión de esta tragedia madurista no se mide en días, en semanas ni en años, se mide en muertos. Son más de 350 mil venezolanos dados de baja en estas últimas dos décadas. Más de 4 millones 600 mil venezolanos desterrados. Más de 400 mil personas con enfermedades crónicas expuestas a morir, porque no pueden ser tratadas debidamente. Más de un millón de niños al margen del sistema educativo porque no pueden asistir con hambre a sus escuelas. En definitiva, un verdadero calvario.
Un infierno, exclaman los maracuchos, debajo de ese solazo, resignados en sus automóviles, haciendo colas maratónicas para ver como llenan el tanque de gasolina. Eso ocurre en el estado petrolero por excelencia de Venezuela. Ya no se ven a los vendedores de “huevos chimbos”, sino a «los pimpineros” con sus embases de combustible, en plena vías públicas, metidos en el negocio informal de la reventa de la gasolina. Se llega a decir que diariamente unas 30 mil unidades automotoras se suman en las visibles colas tanto en la capital, como en las poblaciones interioraranas del Zulia.
Esa rutina era común en la zona fronteriza del Táchira y Colombia, pero ahora la falsa revolución de Maduro ha logrado expandir esa mecánica buhoneril de combustible en casi todo el territorio nacional. ¡Que desastre!
Es parte de la crisis a la que no debemos acostumbrarnos los venezolanos, como buscan los tutelados por los cubanos, a que veamos esto como “normal”. No señor. Nada de eso. Los venezolanos tenemos que mantener firme la lucha, mucho más ahora cuando los hijos del futuro de Venezuela no pueden continuar sus estudios, teniendo otra patética realidad con la que confrontarnos, como es el costo de los útiles escolares.
¿Saben lo que cuesta una bolsa de útiles? Para una familia con tres niños, lo menos que les salen las bolsas de útiles es en 396,1 salarios mínimos. Una madre que tenga una niña en un preescolar debe desembolsar la bicoca de 1.875.250 bolívares. ¿Y cómo comen?
Por eso es que hay tanta deserción escolar, no hay para el transporte ni para las meriendas. Y Maduro pretende tranquilizar a la ciudadanía con otra mamarrachada de “aumento salarial” que ya sabemos a donde va ir a parar. Al tobogán de la hiperinflación. Eso será “pan para hoy y hambre para mañana”.
Por eso, lo urgente es salir de Maduro. Lo urgente es confirmar el cese de la usurpación. No se debe caer en más dilaciones. No se debe ofrecer más espacios de falsos diálogos para que Maduro continúe apoltronado en el poder que usurpa.
Mitzy Capriles de Ledezma