Los venezolanos sumamos más de 20 años marchando. Por diferentes motivos que se juntan en las calles para que millones de ciudadanos adentro y afuera, protestemos contra un régimen que perpetra una variedad de crímenes que hacen del caso Venezuela, un acontecimiento que no tiene parangón en ninguna parte del mundo.
En la obra Siete Sellos: Crónicas de la Venezuela revolucionaria, Gisela Kozak Rovero, lo resume asegurando, palabras más palabras menos, «que han sido decenas de sacrificios tratando de poner en alto relieve las máculas de una tiranía que se identifica con el autoritarismo, asume crímenes de todo orden, hambruna, padecimientos de salud, martirios y perversidades que hunden a millones de venezolanos dentro del territorio nacional, en una espantosa tragedia y han catapultado a otros millones a una diáspora que ya supera los 4.6 millones de desterrados.
Han sido marchas para defender la educación de nuestros muchachos. Inolvidable aquella consigna de lucha que nos hacía gritar desde nuestras entrañas “con mis hijos no te metas”.
Desde entonces, hasta estas horas no menos aciagas, la gente ve como pulverizan nuestra moneda, ese signo monetario al que le cambian el nombre y le quitan y ponen ceros de forma antojadiza. Ha visto como asaltan tierras, centros comerciales, abastos, tiendas, van arrasando con todo, como esos huracanes que sacuden al estado de Florida en EEUU, que son fenómenos naturales allá, mientras que aquí son acontecimientos primitivos protagonizados por turbas humanas en pleno siglo XXI. Es una Venezuela desfigurada, con su rostro, o su mapa, cruzado de cicatrices, un país en donde en el sur igual en el norte, lo que se escucha es el lamento o el quejido de dolores y martirios.
Es la historia que se escribe con la exclusión de la que hemos sido víctimas millones de seres humanos, simplemente por disentir de las pretensiones dictatoriales de Chávez y de Maduro. Es la era de la más feroz persecución política desatada por los voceros de esa letrina mal llamada revolución. Y lo hacen sin ruborizarse, más bien sienten que es una hazaña salir en televisión, empuñando un mazo y mostrando en una cartelera las fotografías de las próximas victimas a ejecutar, tal como hicieron con el oficial de nuestra Fuerza armada Rafael Acosta Arévalo.
El más rancio fascismo, tal como lo escribe Barrera Tyszka, en la obra compilada por Gisela Kozak, estamos viendo el “regreso de los gorilas”.
Esos matones que han ejecutado las masacres de Cariaco o la de Barlovento, enmascarados con los aperos que les facilita el mismísimo régimen para que se confundan como miembros de esas Operaciones de Liberación del Pueblo, que según el informe de la ex presidenta Michael Bachelet, han ejecutado de manera extrajudicial más de 7.300 venezolanos.
En definitiva, los venezolanos marchamos pidiendo que se fuera Chávez, también fuimos a votar varias veces y recogimos firmas para revocarlo a él y después a Maduro. Los venezolanos hemos marchado condenando la invasión de nuestro territorio por efectivos cubanos o por la traición de Chávez de entregar nuestro Esequibo. Los venezolanos hemos acompañado a nuestros estudiantes, ésos que se inmolaron luchando por la democracia que no llegaron a conocer, porque los mataron antes de que se produjera el cese de la usurpación de nuestros poderes públicos, como lo ha venido haciendo Maduro y su camarilla, que ahora usurpan la presidencia de la cuál pretendemos desalojarlos.
Al dia de hoy toda movilización debe ser para exigir el cese de la usurpación, no para involucrarnos anticipadamente en elecciones que bien sabemos no serán nada libres, mientras Maduro y sus secuaces permanezcan controlando el aparato gubernamental del que se sirven sin ningún miramiento.
Mitzy Capriles de Ledezma