Lula da Silva ha abandonado este viernes la prisión en la que ha pasado más de un año después de que un juez ordenase horas antes su liberación. El expresidente de Brasil, que llevaba 19 meses encarcelado por corrupción y al que la justicia impidió concurrir a las últimas elecciones, ha vuelto a pisar la calle. La decisión del magistrado llega un día después de que el Tribunal Supremo decidiera por la mínima, seis a cinco, revocar un criterio establecido hace tres años —y crucial en las investigaciones de Lava Jato—, de modo que ahora los condenados solo entrarán en prisión cuando la sentencia sea firme, no tras la condena en segunda instancia.
La defensa del expresidente realizó la mañana de este viernes una petición de puesta en libertad inminente. El juez federal Danilo Pereira aceptó el recurso de los abogados del expresidente y autorizó que Lula dejara la prisión. Tras abandonar el centro de detención el expresidente ha ofrecido un discurso sobre un escenario montado momentos antes frente al edificio por el que ha salido en libertad. Se espera que después vaya a su casa en la ciudad de Sao Bernardo, en São Paulo, este mismo fin de semana para estar con su familia.
«Queridos compañeros y queridas compañeras, no saben lo que significa que yo esté aquí con ustedes. Toda mi vida he estado hablando con el pueblo brasileño y no pensé que hoy podría estar aquí», ha asegurado Lula tras abandonar la prisión. «Intentaron criminalizar a la izquierda, no puedo irme de aquí sin agradecerles», ha añadido.
La liberación de Lula tiene una repercusión política inmensa en un muy polarizado Brasil. El expresidente, y colateralmente el Partido de los Trabajadores, es el asunto que más divide a sus compatriotas, se le ama o se le odia. No deja a nadie indiferente. Numerosos seguidores del exmandatario, agolpados frente a la prisión, esperaban la decisión del juez que finalmente ha llegado este viernes. «¡Suelten a Lila!», se ha coreado toda la mañana a las puertas de la cárcel. Sus simpatizantes hacían guardia desde el primer día que estuvo en prisión, el 7 de abril de 2018. Una vigilia en la que brasileños provenientes de todo el país lo saludaron religiosamente los 580 días que ha pasado entre rejas con un “Buenos días, presidente”.
El actual mandatario, Jair Bolsonaro, no ha hecho por el momento ningún comentario sobre la liberación de Lula. La única referencia indirecta que ha realizado es alabar los logros en el combate anticorrupción de su ministro de Justicia, Sérgio Moro, el primer juez que condenó a Lula, su gran rival político.
Junto a sus familiares, sus electores leales eran los más entusiasmados con la idea de ver al expresidente fuera de la cárcel. Especialmente después de que el exmandatario prometiera que la primera cosa que haría al salir de prisión sería tomar una copa con ellos. Un gesto de gratitud ante la vigilia que han realizado durante más de un año frente al edificio en el que se encuentra encarcelado.
Mirian Krueger, de 60 años, es de Indaial, al sur de Brasil. Vino el día en que Lula entró en prisión, y ha vuelto unas 50 veces a Curitiba para tratar de estar cerca del exmandatario. Francisco, un trabajador rural de Castro, en el interior del país, estuvo aquí cuando Lula fue encarcelado y volvió este viernes ante la posibilidad de que fuera puesto en libertad.
El País