La acusación por corrupción contra el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, afianzará aún más las posturas en el ya estancado sistema político nacional y podría poner a prueba la lealtad de sus aliados de derechas.
Los cargos parecen haber erradicado cualquier remanente de esperanza para un gobierno de unidad tras las elecciones de septiembre, abriendo la puerta a unos históricos terceros comicios generales en menos de un año.
En una columna publicada el viernes en el diario israelí Yediot Ahronot, Amit Segal apuntó que la elección será “una guerra civil sin armas”. En el mismo periódico, Sima Kadmon comparó a Netanyahu con el emperador romano Nerón, diciendo que “se quedará en pie observando cómo se quema el país”.
La acusación por presunta corrupción tendrá un alto costo para el Likud, el partido del mandatario, pero no está claro si alguno de sus miembros más destacados tiene el apoyo, o la voluntad, de reemplazarlo.
AP