Evo Morales fue un magnífico colaborador propagandístico, patrocinador de la vida política y administrativa de Chávez y de Maduro. Con fuerzas, contribuyó a formar la mejor imagen de Maduro. Sin embargo, mientras distinguía ese gobierno, no vigilaba ni cuidaba su trabajo sobre Bolivia. Así de principio, durante los primeros 6 años de gobierno, hizo crecer la economía de su país y amamantó una buena dedicación a su estado. Luego, apareció la ambición de Evo, y en los siguientes años acabó con todo. Así mismo, buscó y logró el apoyo político y personal de sus mineros y los amigos del MAS. Además, sus compañeros de tribu y de vida se la jugaron con él y le aprobaron su gestión, pero ésta no fue crítica sino sesgada de amistad y adulación y, cuando esto sucede, no se cuida el coroto con cariño, esmero y respeto mientras que las gestiones no penetran la profundidad debida y oportuna, volviéndose ficticias.
Por otro lado, Evo no se rodeó de los mejores para ayudar a su país y a su gobierno. Desde luego, el está preparado pero no tanto. La administración pública es como la administración de la vida en sociedad, donde solo el trabajo da dividendo. Evo creyó sabérselas todas y, al caer en cuenta de que no conocía tanto, optó por empezar a maniobrar con picardía y desacato sobre lo que no había hecho bien y, así, controlar la Asamblea Nacional, el concejo Electoral y los Cabildeos; todos maniobrados, no enseñados. Por tanto, se le vino encima el mal control de su país, mientras el abandono de las correcciones se hizo notar.
Añadido a esto, comenzó una manipulación de la Constitución Boliviana con el objeto de obtener la continuación ininterrumpida de su administración a través de las reelecciones. Muchas de ellas mal manejadas o con mucho abuso de poder y, lo peor, que estaba prohibida en la constitución. Evo repitió, por doce años continuos, sus ventajas operativas y sus manipulaciones, las cuales le eran beneficiosas aunque tuviera que impulsarlas impunemente en la forma y modo de lograr aprobar su reelección. Lo último, como se vio en las informaciones televisivas, fueron hechos burdos, groseros y sin respeto al conglomerado ni a su humilde pueblo que se levantó creyendo en el pero que había perdido todo, hasta su propio honor.
Se fue, entonces, Evo, hacia un país con muchas dificultades políticas que para sostenerse en el poder, en las primeras de cambio, se ha acercado a Adam Smith, “dejar pasar, dejar hacer”, pero sin disciplina, ni orden, ni principios ni fines. Con el agregado de lo anterior, nada se paga, nada se cobra. En la nación mas turística de América, el aeropuerto nuevo no va porque el gobierno no maneja iniciativas, ni adquiere compromisos, ni está dispuesto a tomar vías que puedan sacar adelante las necesidades del mundo mejicano y las exigencias morales necesarias de cubrir y controlar en ese país.
Ojalá pues, los desordenes y abusos de Evo no compliquen con desmesura la vida institucional y delicada de los mejicanos que requieren mucha ayuda para lograr la paz y la justicia.
Ahora bien, se inician los procesos de evaluación de lo que sucede en la Bolivia post-Evo y el control político de los países a su alrededor. No obstante, lo que sí es una realidad, son los dichos que se tejen de estos resultados que parecen no valer pero que son capaces de estorbar situaciones que parecen inmóviles o que presumen no tener vigor ni fuerza pero si legitimidad para mover gobiernos que lucen fogosos pero que al final terminan débiles y desgastados.
Luis Acosta