El fútbol no siempre fue el juego favorito de Lionel Messi.
Cuando era pequeño la pelota compartía su atención con paseos en bicicleta junto a amigos, levantar chozas con ramas y piedras en un baldío, jugar a la escondidas o robar limones de la planta de un vecino para beber limonada en las tardes de verano durante su niñez en el modesto barrio La Bajada, en el sur de Rosario, su ciudad natal situada a unos 300 kilómetros de Buenos Aires.
Detrás del astro de 32 años, que acaba de ganar un inédito sexto Balón de Oro, hay una historia menos conocida sobre sus orígenes y que se revela en el primer recorrido turístico dedicado al capitán de Argentina y el Barcelona lanzado recientemente por la alcaldía de Rosario.
El tour no tiene costo y se realiza a través de una aplicación móvil en varios idiomas que guía a sus fanáticos a través de diez paradas por la ciudad.
En La Bajada, un barrio de clase media baja, las casas son sencillas, de no más dos plantas.
A mitad de cuadra de la calle Israel sin número ni placa que la identifique está la que ocupó Messi y que todavía pertenece a su familia, aunque nadie vive allí. De color gris cemento, tiene las persianas cerradas y está protegida por rejas. Nada que llame demasiado la atención en el lugar salvo por los coloridos murales dedicados al astro en el frente de casas vecinas y los cordones de las veredas pintados de celeste y blanco con un número 10 negro que alude a la casaca albiceleste.
Lo entretenido del paseo por ese barrio, además de fotografiarse con los muros de fondo, son las divertidas anécdotas contadas por vecinos y amigos de Messi predispuestos al diálogo con los visitantes, que en algunos casos llegan de países lejanos movidos por la pasión del fútbol.
“Leo fue un niño común y corriente, como los que están acá”, comentó Diego Vallejos, uno de sus amigos de la infancia, a The Associated Press en una cancha de fútbol de tierra del club El Campito, donde tres niños juegan a la pelota, uno de ellos con un parecido físico asombroso con el astro cuando era pequeño.
“Nos caíamos, nos raspábamos con las bicicletas. Nos íbamos a la avenida con bombas de agua y le tirábamos a los colectivos (autobuses)”, recordó Vallejos, un año mayor a Messi.
La escuela número 66 Las Heras, donde cursó la primaria, y el club Abanderado Grandoli, que le enseñó los primeros trucos con la pelota, también son parte del tour con el cual Rosario busca saldar una deuda que mantenía con el futbolista.
Mientras otras personalidades de la cultura ya tenían su propio recorrido temático y hasta existe un monumento dedicado al legendario guerrillero Ernesto “Che” Guevara, la ciudad mantenía una relación distante, casi indiferente, con quien es hoy su hijo más famoso.
“Lo que queremos es hacer énfasis en que Leo es producto de su ciudad y que hay una vida y muchísimas historias y personas detrás de la superestrella”, explicó Santiago Valenti, del ente de turismo de Rosario.
La municipalidad dijo que la familia Messi no participó en la creación del circuito.
Messi nació el 24 de junio de 1987 en el Hospital Italiano Garibaldi de Rosario y vivió allí hasta 2000 cuando emprendió la travesía rumbo a Barcelona.
A pocas cuadras de la casa de Messi, en los terrenos de un predio militar, una gran construcción con forma de cubo que desentona con el entorno alberga al recién inaugurado Museo del Deporte Santafesino, el cual propone un paseo interactivo por la trayectoria de las más grandes figuras locales del automovilismo, boxeo, natación, basquetbol y fútbol, entre otros.
Otra mural introduce la sección del museo dedicada a la “Pulga”, en el que se entremezclan monumentos característicos de las ciudades de Rosario y Barcelona y una frase: “todo lo que hice, lo hice por el fútbol”. En dos pantallas gigantes se reproducen goles y testimonios de colegas, además de tapas de revistas de todo el mundo que lo tienen en portada.
Una de las reliquias es una pequeña casaca roja con cuello blanco y debajo una ficha oficial de jugador infantil de Newell’s Old Boys con una fotografía de un Messi al cual se le marcan los hoyuelos en las mejillas al sonreír.
“La idea no es homenajear el éxito deportivo”, apuntó Juan Echeverría, coordinador del museo, que es otra de las paradas el circuito Messi. “Es valorar el camino recorrido, todo lo que debe sortear un atleta para llegar a esa punta del iceberg que vemos cuando está subido al podio”.
El museo ha contactado a la familia Messi, y el padre se comprometió a donar objetos del jugador.
En el centro de la ciudad se ubica el complejo Malvinas, la escuela de fútbol infantil de Newell’s.
En el predio de paredes pintadas de rojo y negro, los colores que identifican a ese equipo de primera división, fueron filmados los ya famosos videos en los que Messi elude rivales de mayor contextura física en los partidos de siete contra siete jugadores de la llamada categoría “baby fútbol”.
“Es el lugar donde todo comienza”, apuntó Lisandro Conte, uno de los empleados del lugar. Señaló que “acá nacen los chicos, se crían (futbolísticamente). Los preparamos para llegar a la primera división”, algo que Messi no pudo cumplir con la camiseta del “Leproso” porque el club no quiso costearle el tratamiento hormonal de crecimiento y se vio obligado a viajar a España.
“En aquel entonces había jugadores más prometedores y se puso la ficha (la apuesta) en ellos”, masculló con bronca Conte.
Messi, sin rencores, ha dicho que le gustaría terminar su carrera allí.
En el final, si el visitante tiene suerte capaz coincide con partido de fútbol infantil, como a fines de la semana pasada cuando el local se enfrentó ante su clásico rival de la ciudad Rosario Central. Entre los 14 pequeños que correteaban detrás de la pelota, quién sabe, podría estar el futuro astro de Rosario.
AP