Durante su papado, Juan Pablo II escribió: “La justicia camina con la paz y está en relación constante y dinámica con ella. La justicia y la paz tienden al bien de cada uno y de todos, por eso exigen orden y verdad. Cuando una se ve amenazada, ambas vacilan; cuando se ofende la justicia también se pone en peligro la paz”. Agrego yo, La justicia restaura, no destruye; reconcilia, en vez de instigar a la venganza y se fundamenta en el respeto a los derechos humanos.
No se puede construir la paz mediante componendas, entre quien detenta el poder y los factores que “supuestamente” se le oponen, algunos de ellos inexistentes o minoritarios en la sociedad. La historia demuestra que siempre es posible lograr algún tipo de paz llegando a un acuerdo forzado por intereses económicos o políticos, en detrimento del grueso de la población. De hecho, es una de las formas más corrientes de “hacer las paces en este mundo”, afirman algunos analistas políticos.
Podemos buscar la tranquilidad y la estabilidad de una sociedad procrastinando algún principio, o mediante algún chanchullo con el que ninguna de las partes queda satisfecha. A este respecto el profesor en la Universidad de Chicago, KermitEby, señaló lo siguiente: “podemos suscribir un acuerdo con el cual la sociedad no se sienta representada y mantenerlo por cierto tiempo, pero más temprano que tarde se tendrá que dar la cara y hablar claro, si quiere dormir tranquilo”.
La justicia es una virtud dinámica y viva, defiende y promueve la inestimable dignidad de la persona y se ocupa del bien común, tutelando las relaciones entre las personas y los pueblos. “El hombre no vive solo, sino que desde el primer momento de su existencia está en relación con los demás, de tal manera que su bien como individuo y el bien de la sociedad van a la par. Entre los dos aspectos hay un delicado equilibrio”, escribió Juan Pablo II.
La componenda en los corrillos políticos, por tanto, produce tensión, aunque no sea visible. Por eso, la chapuza es uno de los grandes enemigos de la tranquilidad. Algunos buscan la paz huyendo de sus problemas, encerrándolos en el inconsciente o siguiendo la táctica del avestruz, que consiste en enterrar la cabeza en la arena,es decir, negándose a aceptar la realidad. Pero la psicología nos dice que hay una parte del cerebro que no deja de trabajar nunca. Con la parte consciente de nuestra mente podemos evadir un problema, pero nuestro subconsciente sigue dándole vueltas y más vueltas. El elemento de perturbación sigue allí, como un trocito de metralla que va recorriendo el cuerpo y que puede llegar a implosionar el organismo.
Siempre he sostenido que el desarrollo de la vida es una constante búsqueda de la paz, pero que, los seres humanos insistimos en buscar a Dios por los rincones, como dicen en mi pueblo. La paz no se encuentra en el escape y menos en paraísos fiscal o en países ideológicamente afines. Sin embargo, no toda huida es mala, puede que en algún momento sea hasta necesaria para conservar la salud física y mental; pero debemos tener claro que, siempre será un paliativo, y nunca una cura. No hay paz en la evasión. Aquellos que han delinquido, algún día el largo brazo de la justicia los alcanzará y deberán rendir cuentas por sus fechorías.
No se debe pasar por alto, además, el vicio de la corrupción, que socava el desarrollo económico, político y social de los pueblos. Es un fenómeno creciente que va penetrando insidiosamente en muchos sectores de la sociedad, burlándose de la ley e ignorando las normas de justicia y de verdad. La corrupción es difícil de contrarrestar, porque adopta múltiples formas; sofocada en un área, rebrota a veces en otra con mayor fuerza. El hecho mismo de denunciarla requiere valor y algunos hasta se prestan para levantar falsos expedientes.
Justicia y paz son valores que constituyen un patrimonio común, arraigados en el corazón de cada persona. “Todos estamos llamados a vivir en la justicia y a trabajar por la paz: individuos, familias, comunidades y naciones”, expresó Juan Pablo II. Sin embargo, la paz no se consigue persiguiendo a otros por motivos ideológicos o crematísticos porque algún día esa práctica se revertirá en contra de quien la ejecuta. Es responsabilidad de todos hacer lo posible para vivir en paz, sin remordimientos y para ello debemos promover que impere la justicia, pues la plenitud de esta, solo se obtiene cuando todos podemos participar de ella por igual. La justicia es, al mismo tiempo, virtud moral y concepto legal. Lamentablemente, quienes controlan el poder en nuestro país, representan a la justicia con los ojos vendados.
Noel Álvarez / @alvareznv / Noelalvarez10@gmail.com