l plan del régimen de controlar la Asamblea Nacional venezolana tenía el principal objetivo de nombrar un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE) sumiso y controlable. Con ello se podría hacer cualquier elección, ganarla “limpiamente” y con eso quitarse de encima el rechazo internacional, mostrar injustificadas las sanciones y consolidarse en el poder.
Todo iba bien para la dictadura “chavomadurista”. Se había acordado un regreso de la bancada de los diputados rojos para normalizar las cosas y hasta se había iniciado el proceso para seleccionar las nuevas autoridades del CNE. En paralelo, los rojos habían activado el plan para minar y disminuir el número de diputados de oposición mediante la suspensión de su inmunidad parlamentaria, la persecución o el encarcelamiento y la aplicación de un ruin proceso de compra de voluntades mediante el ofrecimiento de dinero a los diputados para que votasen a favor del régimen.
A medida que se acercaba la fecha de la elección de la nueva Junta Directiva de la Asamblea y el número de votos opositores continuaba siendo mayoría, en su desespero, a algún radical de la dictadura, se le ocurrió proponer nombrar una Junta Directiva dejando pasar al recinto solo a los diputados que votarían a favor. Increíblemente, este absurdo y casi infantil plan, lo llevaron a la práctica y, con poca preparación, montaron un mal teatro nombrando una directiva a lo loco, sin cuórum, sin reglamento y sin siquiera votar, mientras la gran mayoría de los diputados decentes eran retenidos en las afueras de Capitolio en alcabalas militares.
Los diputados decentes decidieron irse a otro sitio. Hicieron su plenaria y eligieron legalmente, en votación nominal y hasta televisado, a su nueva Junta Directiva. La comunidad internacional y todas las organizaciones nacionales enseguida reconocieron a esta junta comandada por Juan Guaidó y criticaron duramente el malhadado simulacro que hizo la dictadura tratando de elegir una junta pirata.
En la sesión siguiente también hubo un intento de impedir que los diputados entraran al Capitolio, pero esta vez ni siquiera eso pudieron lograr pues, con mucha decisión y coraje, los buenos, entraron a sesionar. La catastrófica pelada de bola del régimen y el ridículo que hicieron durante esta mala farsa, hizo que la oposición se compactara en su lucha y recogiera el aire fresco de la victoria. También millones de opositores, que habían estado muy pendientes de todo el drama, recibían con enorme alegría el triunfo de sus líderes.
Pero existe también otra consecuencia muy importante y menos comentada como lo son las enormes grietas que esta derrota ha creado y sigue causando en la dictadura.
En primer lugar, la grieta militar. El haber usado militares para evitar la entrada de los diputados los mostró en las cámaras internacionales como una fuerza política inmoral y muy lejos de su deber y, además, la imagen de haber sido “derrotados” es difícil de tragar para los militares sobre todo porque la “batalla” era contra unos tipos jetones y gritones pero desarmados. Esto está minando la moral de los oficiales de rango medio pues saben perfectamente que estas acciones fueron innecesarias y, lo peor, absolutamente incorrectas. Esto se añade a la vergüenza de la invasión de otros países y la pérdida de soberanía que tenemos.
En segundo lugar, está presente una grieta entre los personeros del régimen con acusaciones mutuas por la torta que pusieron. Sin poder estar seguros, lo más probable es que el proponente de esta farsa haya sido Diosdado y eso representa una oportunidad de oro para sus enemigos, dentro de la dictadura, para minimizar su poder.
Y, en tercer lugar, hay una grieta política que se muestra en carne viva. Los rojos, acostumbrados a salir victoriosos, contemplan como esta vez fueron vencidos en vivo y directo. El mensaje interno de “parece que esta vaina se está acabando” anticipa que las deserciones empezarán a mostrarse.
Es la hora propicia para que todos nuestros líderes políticos y los ciudadanos hagamos referencia a los militares y militantes del régimen para que dejen de aferrarse a la figurada piedra que ahora se agrieta, y está a punto de avalancha, para que, los que puedan, se salven del desastre que se avecina.
Grietas por todos lados y una oposición en faena de compactación, nada podría ir mejor. Falta poco para que los eventos finales aparezcan.
Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es