A finales del 2010, estando como presidente de Fedecámaras, fui invitado a presentar una ponencia en la asamblea anual de Coparmex, máximo organismo empresarial mexicano, que se realizó en la ciudad de Morelia, estado de Michoacán. Allí estuvieron reunidos, entre participantes, expositores y visitantes, cerca de 3500 personas. La invitación me permitió compartir tribuna con importantes figuras, mexicanas y extranjeras, entre las que puedo recordar se encuentran: Luis Carlos Villegas, hasta hace poco Ministro de Defensa de Colombia, en aquel entonces era presidente de ANDI, principal organismo empresarial colombiano; Ricardo Briceño, presidente de CONFIEP, homólogo de Fedecámaras en Perú; Gerardo Gutiérrez, presidente de Coparmex; Álvaro Uribe Vélez, expresidente colombiano; Oscar Arias, expresidente costarricense; Andrés Oppenheimer, periodista argentino. La clausura del evento estuvo a cargo del presidente de la República Mexicana, Felipe Calderón.
Ese evento me dejó sentidos recuerdos, importantes relaciones y gratas anécdotas como las que relataré seguidamente: Al llegar al aeropuerto de Morelia me encontré con un hecho, no es muy común en los círculos empresariales venezolanos, la Coparmex nos había asignado a los tres ponentes empresariales extranjeros, un grupo de personas para que nos acompañaran, desde que pisáramos tierra en el aeropuerto de Morelia, hasta el momento de retornar a la capital del país. En mi caso fueron 4 personas, quienes nada más conocerme se convirtieron en mi sombra. Me acompañaron todos los días, desde primera hora de la mañana, hasta bien entrada la noche.
Llegué a Morelia un día antes de la inauguración del evento, lo cual me dio oportunidad de conocer esa hermosa ciudad. Yo estaba ansioso por probar la comida autóctona del país, sobre todo, el tan nombrado chile mexicano, como buen trujillano, soy adicto al picante. Me llevaron a un restaurante donde nos sirvieron los platos típicos. Trajeron un picante que, según ellos, era lo máximo. Lo probé y no me inquietó. Se lo hice saber a mis acompañantes, quienes llamaron al mesero y le dijeron: defienda el orgullo mexicano, tráigale un buen picante al amigo venezolano. La escena se repitió en dos nuevas oportunidades, finalmente, el propietario del local sentenció: no hay nada que hacer, este señor es un bárbaro comiendo picante.
En la cena empresarial de la primera noche, a los ponentes extranjeros nos distribuyeron en diferentes mesas para que compartiéramos con distintas delegaciones. Me correspondió acompañar a la delegación empresarial de Puerto Vallarta, disfruté mucho con sus relatos salpicados de humor y picardía. Al filo de la medianoche, El ponente colombiano se acercó a nuestra mesa, acompañado del expresidente colombiano, Avaro Uribe, quien acababa de arribar a la ciudad. Luis Carlos me dijo: el presidente Uribe me pidió encarecidamente que lo trajera a conocerte. El expresidente se disculpó por no haber llegado a tiempo para escuchar mi exposición, pero me comentó que había recibido muy buenos comentarios acerca de ella y me solicito que le hiciera llegar el archivo. Al día siguiente me ofreció que me sentara a su lado, durante el desarrollo de las ponencias y así pudimos tener una agradable y extensa conversación. Previo al almuerzo de clausura, los 3 dirigentes empresariales extranjeros fuimos presentados al presidente mejicano, quien se mostró particularmente interesado por el caso venezolano.
Mi equipaje reposaba en el vehículo de mis acompañantes, ya que, ese día retornaba a la capital en el vuelo de las 6pm. El almuerzo se inició a la 1pm y entre comida y discursos, el tiempo se fue acortando. Cuando se aproximaban las 5pm, les sugerí a mis compañeros que debíamos partir rumbo al aeropuerto, pero la Guardia Presidencial no permitió nuestra salida. Nos explicaron que, según el protocolo presidencial, nadie podía abandonar el salón, hasta tanto lo hiciera el Presidente de la Republica, en resumen, perdí el vuelo. Acompañando a Ricardo Briceño recorrimos casi 400 kilómetros por carretera. Llegamos a Ciudad de México a las 11pm, apurados porque a la 1am salía el vuelo para Perú, y yo debía estar en el aeropuerto a las 5 para salir a las 7am, vía Costa Rica.
En el aeropuerto tuvo lugar un hecho curioso, el reconocimiento que nos entregaron a todos los ponentes fue, una escultura de madera en forma de un antebrazo con su mano, de la cual pende un corazón y lleva por nombre: “Con el corazón en la mano”. La talla fue colocada en una caja grande de madera, sellada con clavos. Cuando los oficiales de seguridad vieron la figura en sus pantallas, se empeñaron en que esta era una prótesis que no había sido declarada, por supuesto, tuvieron que sacar los clavos para comprobar mis afirmaciones. Idéntico proceso tuve que soportar en Maiquetía.
Concluyo esta columna señalando que, en Morelia sostuve una larga conversación con Andrés Oppenheimer, quien se ofreció a entrevistarme en su programa de televisión, cosa que nunca se concretó debido al atentado-secuestro que me perpetraron a los 3 días de haber llegado a Venezuela. Motivado a lo extenso de este escrito, sobre la conversación en comento, les platicaré en próximos artículos
Noel Álvarez / @alvareznv / Noelalvarez10@gmail.com