Es demasiado corto el tiempo todavía, para hacer consideraciones definitivas con respecto a la pandemia que en estos momentos mantiene al mundo al borde de una preocupante paralización. Y es más corto en el caso específico de Venezuela. Sin embargo, nada se pierde, y quizás se gane mucho, si entre especulaciones y reflexiones cometemos el atrevimiento de calificar como positivo lo que se ha tratado de materializar hasta ahora.
Aunque la acción del régimen se ha enmarcado en las estrategias diseñadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), sería mezquino negar que está tratando de que las cosas salgan bien. Por primera vez en muchos años, se observa una aceptable coordinación entre los diferentes entes de los diversos niveles gubernamentales. Por supuesto, este comportamiento podría conducir al logro de mejores resultados, si el protagonismo de los operativos pertinentes a la disminución de los efectos del COVID-19, estuviese a cargo de un equipo constituido por profesionales y científicos de la medicina de reconocida trayectoria y de comprobada experiencia epidemiológica, que los tenemos de sobra, a menos que también se los haya llevado la diáspora.
Es evidente que se pasó de alto esa previsión, puesto que la ausencia total o parcial de los vestidos de blanco es notoria; las sugerencias, las recomendaciones y las instrucciones que recibe la población, casi siempre provienen de militares, gobernadores, alcaldes u otros funcionarios que poco o nada tienen que ver con la situación de salud específicamente. ¡Quiera Dios que “en el camino se enderecen las cargas”!
Un aspecto bastante positivo es la actitud responsable que han asumido todos los sectores del país, incluyendo la clase política. Por fin hemos visto que los cinco sentidos de toda la nación se mantienen activos, con el propósito de unir recursos, esfuerzos y voluntades, en función de hacer más efectivo el combate contra lo que hoy es un enemigo como el COVID-19.
Qué bueno sería para Venezuela que en medio de este flagelo, sus dirigentes políticos reflexionen profundamente y unieran todo el poder del que disponen, a objeto de enfrentar, sin distinciones de ninguna naturaleza, la penosa tragedia que ha azotado al país desde que se inició este siglo. La amarga experiencia que hemos vivido, sin equívocos posibles, demuestra que la confrontación estéril, la polarización improductiva y la división de esfuerzos y voluntades, sólo conduce al caos creciente que ha hundido a la nación.
Antonio Urdaneta Aguirre / urdaneta.antonio@gmail.com /@UrdanetaAguirre