Señor Presidente;
Lo he escuchado con atención estos días. Honestamente usted no habla mal, usted obra mal.
No es hora ni de discursos, ni de retórica. Como en el evangelio es hora de asistir al que yace tirado en el suelo, como hizo el Samaritano. Nadie recordaría al Samaritano, si sólo hubiera tenido buenas intenciones.
Sus medidas económicas -anunciadas el domingo- son inconclusas al no resolver el problema del ingreso.
Si este virus, hubiera nacido en EEUU, los órganos de propaganda del Estado estarían repitiendo una y otra vez que los estadounidenses y su Gobierno, nos quería matar.
Este virus nació en China, que se ha aprovechado sostenidamente de la crisis que vive Venezuela.
Antes de ir al Fondo Monetario Internacional, Venezuela debió acudir a los chinos, que ya habían desembolsado 20 mil millones de dólares hace tres años, para quedarse con las ventas a futuro del crudo venezolano. Así que no debe costarle mucho entregar 5 mil millones de dólares por daños colaterales de una enfermedad que exportaron al mundo.
Lo que usted debe hacer, es renunciar expresamente al virus de la demagogia, exhalando de placer por unas bolsas claps, que sirven para un día, y que llegan a menos del 10 % de la población, y de bonos a través del llamado carnet político de la
patria que la gente gasta en un kilo de harina, un jabón, y un pote de mantequilla.
En cambio, debe declarar la Renta Mínima de Inserción o RMI, que es una ayuda por un periódico especial que se da a personas de los sectores DyE que la mayoría están bancarizados, que carecen de unos ingresos mínimos con los que alcanzar una calidad de vida durante la cuarentena.
La mejor data del país la tiene la banca y no su carnet político.
La Renta Mínima en su forma más típica, consiste en una prestación de naturaleza económica que va en depósito a cuenta corriente, integrada por la suma de una prestación mensual básica comparada con la cesta de alimentación básica y un complemento variable, en función de los miembros que forman parte de la unidad familiar.
Imagínese usted que El Salvador ha propuesto una renta mínima de 300 dólares a cada salvadoreño, mientras dura el periodo especial. Para ello se afianza en la banca privada.
Pero nosotros que nadamos en mares de petróleo, cuya producción entregamos desde hace años a China sin recibir un centavo (por las ventas a futuro que negoció Chávez), hablemos de una bolsa clap, que es una cosa equivalente a pan y agua. Sumado a un bono que alcanza para tres artículos básicos para un día.
Leocenis García