El meme no era nada divertido. Tal vez en otro momento, con refugios reales y una mentalidad distinta. Pero no hay por dónde escapar. Salía la imagen del usurpador, asegurando que estaban preparados para el coronavirus, pues construían más de 200 cementerios. Tal vez fuese chinesco en otras circunstancias. Pero esta no es una travesura sanitaria. Sucedió uno de mis mayores temores. Llegó la enfermedad a Venezuela, con su equipaje inalterable y sus estragos seguros.
Un padecimiento sin cura en una nación completamente desasistida. Sabemos que tiene de cabeza al planeta entero y la tenacidad gubernamental parece insípida e insoluble ante las incógnitas. Es un jeroglífico sin códigos. Un enigma inescrutable, fortalecido en su paradoja. No le consiguen el hilo a la madeja para dilucidar este dilema. No hay vacuna. Y más que minimizar los estragos en el paciente, la meta es cercarlo y evitar el contagio de otros.
Tom Hanks y su esposa Rita Wilson están infectados. Dos jugadores del Utah Jazz también lo están. Políticos y ministros de España, Francia, Italia, Irán y Brasil lo han contraído igualmente. Hasta el mismo Trump podría tenerlo en su organismo, pero vive en una negación terrible y no ha querido realizarse el examen. Lo cierto es que no distingue clase social, rango oficial o capacidad intelectual. El Covid-19 sigue con su atropello masivo y no se avista solución científica alguna, solo la prevención.
Los días serán turbios y difíciles. Nos hemos cansado de las pruebas de fuego en las que siempre salimos quemados. La lucha por la supervivencia se extiende. Tampoco es una situación para darnos por vencidos, aunque el panorama sea más adverso que nunca. No es un llanto de pompas fúnebres ni es otro traspiés para quebrar nuestra voluntad. El mejor ungüento será la fe en poder salir airosos y campantes, evitando el contagio.
Es más que reconocida la incapacidad de Miraflores para entender cualquier contexto. Su reticencia con todo, sirve de antecedente para reflexionar sobre lo que vendrá. Habrá más de una mota de polvo en su poco ingenio para descifrar esta pandemia. Lo inmediato ha sido suspender las clases y los actos públicos. Lo han hecho más rápido que en otras naciones con mayores casos, pues apenas se anunciaron los dos primeros. Paralizar al país no les cuesta mucho, aunque en esta ocasión se entiende, pues el sistema hospitalario está por el piso.
Entretanto, el presidente de Colombia, Iván Duque, se la ha tomado en serio y ha cerrado la frontera con Venezuela. No hace falta arder en curiosidad para comprender la medida, con un vecino que tiene menor número de contagiados, pero con un nivel de improvisación descomunal. Será un aislamiento más que doloroso. El mayor subterfugio alimentario ha constituido para muchos, el pasar a los linderos neogranadinos y conseguir en menores costos los productos.
Uno ve los nombres de los 46 hospitales para atender el coronavirus y parece un listado infestado de ironía. Exigirán también el uso de mascarillas en el metro de Caracas, cuando no se consiguen desde hace tiempo. Maduro decretó estado de alarma y creo que más alarmados no podemos vivir en nuestra nación. Desencadenar tormentas es su mejor argumento y no le cuesta mucho hacerlo por decretos que siempre terminan mal.
No hay territorio que se escape de este virus infeccioso, cuya gravedad ya azota a más de 115 países. Aquellos con mayor edad son los más vulnerables y quienes padecen de enfermedad de importancia, para sufrir un riesgo vital. Compromete las vías respiratorias. Pero su control es casi inexistente. No se puede contener. La OMS considera que solo puede mitigarse y disminuir sus consecuencias con la prevención. También el buscar el diagnóstico rápido y certero.
Ha llegado por fin el coronavirus a Venezuela. Dicen que hace menos estragos en climas tropicales, pero con un sistema sanitario perturbador y una salubridad de espanto, las consecuencias son inimaginables para nuestro país.
La farmacopea está sin considerandos. La ciencia en su conjunto sigue de manos atadas y ni siquiera se escucha de alguna vacuna en prueba. La canciller alemana, Angela Merkel, ha desgranado su preocupación, con aseveraciones contundentes. Lo ve con rigor; con una preocupación acertada. Ha dicho que se lucha contra un enemigo desconocido y ha augurado que esa nación podría llegar a 70 por ciento de su población contagiada.
No sabemos si el mundo se aislará completamente. Se impide ahora la llegada de los vuelos y los eventos masivos son cancelados casi en su totalidad en muchos países. China no logró contener su caos, pero en Italia su avance ha sido vertiginosos, sin paliativos sensatos. En España no se supo reaccionar ante la contrariedad de la pandemia. No sabemos qué pueda pasar en Latinoamérica. Ya se observan los primeros casos y no parece preparada frente a la confusión.
Solo nos queda tratar de cumplir con las medidas preventivas ante este agente infeccioso. Lavarse las manos con agua y jabón constantemente es una obligación absoluta, aunque en muchos hogares de Venezuela hace tiempo que no llega el vital líquido. Tendremos que convivir con este virus por algún tiempo, pues no hay tratamiento verdadero. Si se evidencia fiebre, tos y dificultad para respirar, debemos buscar atención médica y enclaustrarnos por el bien de los demás.
MgS. José Luis Zambrano Padauy / zambranopadauy@hotmail.com / @Joseluis5571