Acabo de sufrir un ataque de indignación. Soy asiduo televidente de un programa de opinión que modera, a tempranas horas de la mañana, un calificado periodista venezolano. El respectivo canal de televisión, a pesar de su relativa reciente aparición, en comparación con otros que tienen más de medio siglo en el aire, tiene numerosa audiencia nacional e internacional, incluso por redes sociales que copan el planeta.
La producción del medio concertó una entrevista a distancia, con un individuo agobiado de credenciales; supuse, cuando el presentador del programa dio cuenta de los méritos del entrevistado, que éste, posiblemente, dispone de una amplia maleta para transportar su currículum, dados los títulos académicos que ha logrado obtener, los reconocimientos que ha recibido durante su ejercicio profesionales y las muchas responsabilidades actuales que debe atender.
Por supuesto, al escuchar al moderador a manera de preámbulo de la entrevista, pensé de inmediato lo importante que es ver y oír a una persona con los créditos de aquel personaje. Confieso que me aislé en mi estudio para que nadie ni nada me distrajera. Pocas veces la avidez por obtener una información, se ha apoderado de mí; pero ese día el tema que desarrollaría el invitado, creo que le interesaba a cualquier ciudadano preocupado por la suerte de su país.
La opinión requerida por el entrevistador estaba relacionada con la economía del mundo y la venezolana en particular, después del final del COVID-19, mejor conocido como el virus chino. Mi expectativa era cada vez más apremiante, pues tengo interés en escuchar todos los criterios que pueda al respecto. Lamentablemente el personaje resultó ser un espécimen de la fauna marxista, la que en Venezuela ha derivado en nazicomunismo.
Nada agregó el tipo a lo que ha podido pensar un adolecente de educación media. Agotó casi todo el espacio del programa para insinuar que el COVID-19 será el sepulturero del liberalismo y del capitalismo. Al plantear la situación de este modo, abonó el terreno para vaticinar un triunfo inevitable de las corrientes marxistas. ¡Se necesita ser fanático elevado al cubo, para hundirse en esos lodazales que ha dejado el comunismo a su paso!
¿Por qué me indigné? En primer lugar, porque un periodista de la talla del presentador, ha debido agregar, al momento de enumerar las “credenciales” del entrevistado, que éste era además un activista del régimen nazicomunista de Venezuela. El moderador, más que nadie, sabe de qué color es la masa que tiene en el cráneo los opinadores de esa plaga idealógica. También porque pienso en lo que invierte el Estado venezolano, en darle oportunidades de estudios universitarios y de postgrado a quienes, sin duda alguna, les basta con repetir las formas cónicas del excremento que se dejan meter en el cráneo. ¡Para este sucio ejercicio nadie necesita credenciales! Bien lo dijo Simón Bolívar: “La inteligencia sin probidad es un azote”.
Antonio Urdaneta Aguirre / urdaneta.antonio@gmail.com / @UrdanetaAguirre