El coronavirus, sin que eso haya sido la intención del gobierno chino, ha colocado a Venezuela en la cima de los intereses geopolíticos. Este tema, que luce como prioridad internacional en estos difíciles momentos, ha impedido que el talento de los analistas se vuelque sobre una vergonzosa epidemia nacional que nadie puede negar, aunque disponga de los más sofisticados recursos mediáticos para ocultar el dramático hecho.
La afirmación de los criterios expuestos, tienen sustentación incontrastable en una encuesta de fácil elaboración y sin costo alguno. Es obvio que en estos aciagos días para Venezuela, más que para el resto del mundo, muchos de los programas de opinión han derivado en una tribuna para que los ciudadanos reciban información en tiempo real, y a la vez les permita expresar sus demandas, según los problemas que los afectan.
Pues bien, durante una semana estuve atento a tres de esos programas; uno de los reclamos de las personas participantes despertó mi curiosidad, dada la repetición de las solicitudes implícitas en las reclamaciones pertinentes.
Lo que quiero poner en evidencia lo hago sin temor a caer en una onda de amarillismo. Es por eso que te pido a ti, amigo lector, que hagas lo mismo que yo practiqué. En mi caso la encuesta arrojó un 92,3% de la muestra que necesitaba para asegurar lo que he planteado. Sí, un 92,3% de las peticiones de la población en crisis, aunque parezca una exageración, fue para implorar que les hicieran llegar la dosis del CLAP.
Recordé entonces aquel indignante episodio que protagonizó Hugo Chávez, cuando proclamó, con todo su cinismo característico, que “nada importa que estemos desnudos o muertos de hambre; porque lo único que debe preocuparnos es la revolución”. Sin duda alguna, ese fue el infeliz momento en que el siniestro Teniente Coronel, ya embriagado de nazicomunismo, dibujó la pobreza y la tragedia que hoy estamos padeciendo. Está claro que el usurpador de entonces dejó entrever sus perversas intenciones contra Venezuela.
Ese país que daba vueltas en la oscura conciencia de Chávez, es el que tenemos ahora. Para quien lo heredó y la cúpula cómplice que lo acompaña, el clamor de los pobres clásicos y de los nuevos empobrecidos, expresado en el ruego de cada persona para que lo auxilien oportunamente con la caja CLAP, es una prueba de la “consolidación de la revolución”. El proceso “bolivariano” ya logró convertir a Venezuela en un país de pordioseros. ¿Tiene posibilidad de desarrollarse un pueblo que encuentra en la limosna su única fuente de realización socioeconómica? ¡Respóndete tú esta interrogante!
Antonio Urdaneta Aguirre / urdaneta.antonio@gmail.com / @UrdanetaAguirre