El dios romano Jano se representa con dos caras iguales y contrapuestas, una mirando al futuro y la otra hacia el pasado. Era el dios de las transiciones. Se le celebraba en las entradas del año nuevo y nosotros lo seguimos haciendo pues su nombre del latín pasó al español como Janeiro y de allí a enero. Los romanos aseguraban que era el dios de los buenos finales, pero por su doble cara también se le ha utilizado, quizás erradamente, como símbolo de hipocresía.
En cualquier caso, con o sin Jano, Venezuela y el mundo entero se acercan a períodos de transición. Venezuela por su cambio político y, junto al resto del mundo, al final de la pandemia.
Sin descartar otras opciones, para la transición venezolana sigue siendo lo más probable el nombramiento de una junta paritaria como gobierno provisional. Estaría formada por dos integrantes del régimen, dos integrantes de la oposición y ellos elegirían a un quinto como presidente. El acuerdo y su implantación deberían ocurrir muy pronto pues ya los indicadores de anarquía social empiezan a sentirse.
La tontería de colocar contenedores en algunas vías principales, confirma que el mismo régimen ya recibe las señales de peligro y alguien, con infantil imaginación, tomó la nerviosa decisión de poner las inútiles barricadas, tal como lo hace el niño que, buscando protegerse al oír un ruido, se esconde bajo las sábanas.
Una nueva junta de gobierno abriría de par en par la ayuda humanitaria para tratar de calmar el hambre y las necesidades más urgentes de un pueblo harto de padecer y sin horizonte de mejora. Si se logra contener la anarquía habrá una franja estrecha de oportunidad para comenzar a mejorar la economía, volver a producir alimentos y reanimar poco a poco la industria y el comercio. No será fácil y muchos resienten el tener que compartir con los rojos una transición, pero es la vía menos sangrienta. La junta de gobierno deberá concretar algunos cambios urgentes, pero principalmente ayudará a que se realicen las elecciones de presidente con un CNE renovado.
La otra transición se materializa con la progresiva flexibilización de las precauciones contra la pandemia, ya evidente en casi todos los países. El inicio será lento, pero en algunas semanas el mundo despertará, lentamente, de su obligado letargo.
Muchas teorías post pandemia están sobre la mesa y casi todas coinciden en que surgirán grandes cambios. Por nuestra parte creemos que esto no será así. Las pandemias anteriores no significaron cambios importantes de rumbo y esta no tiene por qué ser diferente. Seguramente algunas empresas cerrarán y otras cambiarán de visión, pero la gran mayoría volverá a su quehacer. Más pronto que tarde la gente regresará a los cafés, a los cines, a los paseos, a enamorarse, a tener sueños de familia y llevar a sus hijos al colegio. Lo que si pudiera anticiparse es la búsqueda y desarrollo de algún medicamento que evite la recurrencia, dentro de algunos años, de otro nuevo y majadero virus.
Probablemente el mayor perdedor de esta pandemia sea China. La “gran fábrica mundial” será evaluada en su real conveniencia. Muchos fabricantes, por simple sensatez, regresarán a sus países y, lo peor, millones de personas dejarán de comprar los productos fabricados en China. El régimen comunista ha quedado en fatal evidencia como gran mentiroso y ha demostrado no ser fiable ni ético. Sus ambiciosos planes 5G y la nueva ruta de la seda para dominar el comercio deberán cambiar y las demandas por daños de todo tipo la inundarán.
Cierto que para algunos este episodio significará cambios profundos, pero la enorme inercia de un mundo funcionado a su manera no se va a alterar por unas cuantas semanas de “vacaciones” colectivas forzadas. Estaremos llenos de deudas y centenares de asuntos pendientes, pero quizás hasta regresemos a nuestra rutina con muchas más ganas y entusiasmo.
De cualquier forma, tendremos que esperar para ver en realidad que trae Jano. Lo que sí es indudable que el dios de las transiciones está al lado de nosotros, listo para celebrar.
Eugenio Montoro / montoroe