REFLEXIONES| Bernie Sanders. Por Luis Acosta

Washington, Lincoln, Jefferson, Roosevelt, Truman, Kennedy, Johnson, Obama, Trump y, posiblemente, Biden componen un grupo de jugadores políticos, viejos y nuevos, de puros cuarto-bates; como también hay políticos peleadores, los podíamos catalogar como pesos-pesados. Estos fenómenos de la  patria norteña no fueron comprados, ni conquistados ni robados sino, por el contrario, fueron fabricados y formados en “América para los americanos”.

Pero en un equipo de ese calibre, Sanders tendría que ser el pícher de práctica, o el designado para tocar la bola para jugar al squeeze play. No se trata solo del débil jurídico; Bernie ha intentado calar en mayor profundidad pero parece que no le da su aliento, o su resistencia, o su edad. Independientemente del hecho de su participación repetida en la carrera presidencial interna, deja entender que en el Partido Demócrata los casos normativos funcionan y en la escogencia de dirigentes y candidatos se respetan los resultados y se dejan correr las oportunidades. Es bueno reconocer en Sanders su prestigio, honestidad, constancia y trabajo o como dice el dicho, ni mucho ni tan poco. Por otro lado, Sanders quiso regresar a la Unión a los tiempos de la fantasía tropical y a la idea errónea, y sin sentido, que del presupuesto del país se debe pagar todo, incluyendo a los vagos que no son enfermos.

Pero lo significativo y trascendentes son las acumulaciones de miembros calificados en los partidos que, al final, son los que se convierten en votos y, además, van formando la esencia pensante y distinguida en sus mejores dirigentes y cuadros de trabajo. Todos definen las materias doctrinarias y de principios. De algo de eso nació la Doctrina de Monroe en 1823.

Sanders creyó que su pueblo no había soñado en la perpetuidad de su grandeza y en la constancia de sus dirigentes. En efecto, los políticos norteños, con gran acierto, dieron préstamos propios, es decir, con dinero del propio estado, a los estudiantes en vez de dar gratuidad a sus estudios. Ese dinero que se coló a las universidades dio origen a Harvard, Oxford, Yale, Boston, Houston. Los dirigentes viejos pensaron en enseñar a sus futuros dirigentes aquel “el que nada sacrifica a nada tiene derecho”; tanto que los jugadores de ese bando proclamaron también aquello de que no puede haber nación pobre con ciudadanos pobres con ciudadanos ricos sino nación rica para que ricos sean todos sus pobladores

Hoy el saldo de la deuda estudiantil nacional debe ser sobre varios billones de dólares. Ese préstamo no lo debe el estado sino sus pobladores y así debe ser porque el beneficio cualitativo y directo de los estudios lo reciben los estudiantes y son ellos los que deben honrar ese adeudo cuando lleguen los ingresos, después de graduarse y recibidos sus salarios del mercado económico. Así, ha llegado a la nación la fuerza técnica enseñada a pensar y actuar desde sus Universidades, como acaba de comprobarse con el problema del coronavirus.

De ese modo, la nación es más educada; técnica y filosóficamente ingeniosa. Esos fondos que se devuelven al acreedor son los mismo que llegan nuevamente a satisfacer la demanda de los nuevos estudiantes y nadie puede quejarse del sistema porque el dinero lo maneja cada uno de los estudiantes y los beneficios son totalmente suyos.

Estas malas y pésimas experiencias latinas de la gratuidad universitaria las han llevado a todas al fracaso y, a sus países, a dar lo que no tienen. Por eso se ahogan y no crecen. Entonces, recordémosle a Sanders que  las naciones son primero y más importantes que sus gentes. Sin ellas nada existe y nada se puede organizar porque, como ocasión, tú puedes trabajar en un país y vivir en otro pero lo ideal es trabajar en tu país y amar con profundo cariño a la patria devolviéndole al país lo que le corresponde.

 

Luis Acosta

 

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