Juan Carlos Aguilera es un venezolano que se las ingenia para salir adelante en Perú y en medio de la pandemia de COVID-19. Su misión es sobrevivir y luchar lejos de su entrañable Catia, un barrio popular de Caracas.
En este tiempo de crisis y pandemia, Juan Carlos Aguilera se pasea por las calles del Perú buscando el sustento diario para alimentar a su familia corriendo el peligro de ser contagiado.
Él sabe que se está enfrentando un virus que en cualquier momento le puede causar daños a su salud, por eso, usa tapabocas y se rocía con alcohol para estar protegido, mientras funge como limpiabotas sin descanso.
El oficio de limpiabotas lo hace con mucho esmero y sin temor, la cual le ha ayudado a generar un poco de ingresos para cubrir únicamente una parte de la alimentación de su esposa y sus hijos.
La crisis económica y social que actualmente atraviesa Venezuela obligó a Juan Carlos Aguilera dejar 22 años de servicio como atrilero y ayudante de carga en el prestigioso Teatro Teresa Carreño de Caracas.
“El sueldo que ganaba no alcazaba ni para un cartón de huevos”, dijo Juan Carlos Aguilera, mientras ilustraba un par de gomas a un compatriota venezolano.
El salario de un venezolano actualmente es menos de 4 dólares, la cual se esfuma como por arte de magia ante una inflación que ronda los 10 mil puntos.
Bajo un sol clemente y esperando el invierno en Perú, seguirá de distrito en distrito limpiando zapatos a los transeúntes de manera honrada.
Al caer la noche, la familia Aguilera se refugia en las inmediaciones del Club Zonal Sinchi Roca, donde duermen ya que no tiene el dinero suficiente para pagar un mes de arriendo que ronda los 250 soles (72 dólares) hasta 500 soles (144 dólares) dependiendo del espacio físico.
En el Zonal Sinchi Roca, ubicado en el Distrito de Comas de Lima, “los Aguilera” esperan el amanecer para iniciar otra jornada laboral informal en las calles.
“Sino no consigo trabajo, me tendré que devolver a Venezuela”, dijo Juan Carlos Aguilar, “bien sea caminando o en los vuelos humanitarios”.
Esperamos que el destino de Juan Carlos Aguilera y de cientos de venezolanos en Perú cambie y sea grandioso, bañados por una lluvia de oportunidades.
Nota del Prensa / Raúl Arroyo Valera