Con una esterilla de linóleo y una barra, Margarita Shrainer e Igor Tsvirko, bailarines del legendario teatro del Bolshói, se las apañan en su habitación para mantenerse en forma durante el confinamiento, impuesto para atajar la pandemia de coronavirus.
«Creo que no he engordado, eso es lo principal», comenta sonriendo el solista Igor Tsvirko, famoso por haber interpretado los papeles principales de «Iván el Terrible» y «Nureyev».
Junto a él, Margarita Shrainer se masajea los pies con una pelota de tenis antes de despatarrarse. Los dos jóvenes bailarines llevan juntos desde hace más de un año y viven en un apartamento propiedad del teatro moscovita.
En el edificio residen también otros bailarines del Bolshói. Fue precisamente delante de ese inmueble donde fue atacado con ácido en 2013 el director artístico del teatro, un suceso que sacudió a la institución.
Ambos reanudaron sus entrenamientos esta semana, más de un mes después de que empezara el confinamiento en Moscú, principal foco del coronavirus en Rusia. A través de la aplicación informática Zoom, un profesor les va dando las directrices, acompañado por un piano, desde su dormitorio.
Delante de la pantalla, los bailarines brincan un poco y hacen estiramientos. «Hemos hecho un poco de cardio», explica Margarita Shrainer, de 26 años, antes de dar unos cuantos pasos con su compañero.
«Probablemente hayamos tenido la suerte de mantenernos en forma» al estar en dúo, señala la bailarina, cuyas actuaciones en «Coppelia» y «Carmen Suite» fueron muy comentadas.
Durante varias semanas, les tocaba a ellos crear su propia rutina de entrenamientos y encontrar los equipos necesarios. Incluso se les «desgastaron» las zapatillas de ballet, pero tuvieron que conformarse porque no podían obtener unas nuevas, cuenta Igor Tsvirko.
Cuando empezó el confinamiento, «el Bolshói dio algunos consejos muy importantes y útiles: guarden la forma y encuentren la manera de hacer ballet en autoaislamiento», indica el bailarín. «Es lo que nosotros, los intérpretes, hacemos: encontrar linóleo, barras».
Entretanto, el teatro les ha enviado esterillas de baile negras, especiales, con fuerte adherencia.
– «Más fuerte» –
El director general del Bolshói, Vladimir Urin, en una entrevista con el diario Kommersat a principios de abril, declaró que organizar cursos en línea para los 250 bailarines de la compañía era una hazaña imposible.
Según Igor Tsvirko, a la dirección del teatro le costó convencerse de la eficacia de las videoconferencias a la hora de dar cursos. «Creo que se debe, sobre todo, a que algunos no están familiarizados con las innovaciones técnicas que existen» hoy en día, apunta.
Así, se vieron forzados a tomar la iniciativa pese a que, según Vladimir Urin, el teatro no reabrirá, en el mejor de los casos, hasta septiembre, cuando empiece la próxima temporada.
«Dudo que nadie empiece a trabajar antes de septiembre», lamenta Igor Tsvirko, impaciente por volver a las tablas.
«Ese ambiente cuando entras, calientas y hablas con tus modistos favoritos, con tus maquilladores… las mariposas en el estómago, eso es probablemente lo que más extraño», señala el artista.
A nivel físico, la pareja se ha preparado para «un periodo de vuelta difícil para los artistas, para retomar fuerzas» antes de que se reanude la temporada de ballet, según Margarita Shrainer.
Además, la epidemia también habrá cambiado a los espectadores, apostilla Tsvirko. «Seguramente tomen más precauciones y se sienten con mascarillas y guantes».
Otra de sus preocupaciones es el coste económico que tendrá la pandemia, tanto para su país como para su actividad. «Rusia, por supuesto, está en crisis económica, como todo el mundo prácticamente, así que la cuestión radicará en cuánto valdrán las entradas».
Vladimir Urin declaró al Kommersant que teme que si el Bolshói reabre más allá de septiembre se vea sumido en un desastre financiero. Sin embargo, los bailarines son optimistas y creen que la compañía volverá a los escenarios con una energía renovada.
«Espero que la gente no se debilite durante este periodo, sino que se haga más fuerte», insiste Tsvirko.