Lo que debería ser un día festivo para las madres venezolanas se ha convertido durante los últimos años en un verdadero dolor de cabeza, la crisis económica, social y cultural provocada por el régimen chavista ha hecho que muchas de ellas deban hacer milagros para sostener de alguna forma sus hogares.
Salir un día a buscar comida no es nada fácil, algunas son el sostén de sus casas ante el abandono de sus parejas y deben luchar por sus hijos en una nación donde conseguir tan solo harina de maíz resulta una tortura.
“Salir a comprar algo aquí en el país es casi que imposible si no tienes dólares, a veces les tengo que dar arepitas solas a mis hijos, yo soy una mujer guerrera y no le pido nada a nadie, pero no puedo negar que la estamos pasando mal por esta situación”, relató la señora Agustina Pérez, quien aclara de forma tajante que nunca fue seguidora del régimen de Maduro.
Cada segundo domingo la tradición venezolana llevaba a todos sus ciudadanos a preparar sus mejores regalos, hacer un festín o tan solo reunirse a echar cuentos, era un momento sagrado que la familia entera disfrutaba con amor.
Desde hace varios años todo esto cambió, y el exilio pasó hacer el gran protagonista, siendo a través de una pantalla la única forma de abrazar de forma imaginaria a sus seres más queridos.
“La única forma que tengo de saber de mi mamá es por videollamada, este régimen nos obligó a buscar una mejor vida, yo le dejé a mi hijo a mi mamá para poder ayudarlos, no es justo que sigamos padeciendo esta situación”, agregó Valentina Quintero desde España.
El dolor, las lágrimas y el acostumbrarse “al algún día toda esta historia acabará” figuran en las conversaciones de los que todavía aún suelen reunirse, deseando regresar a esos días en donde las discusiones eran tal vez el elegir que ingrediente de la mesa dejar fuera para satisfacer una tarde formidable.
La Patilla