Este fue un artículo que se publicó en el Diario El Tiempo de Puerto La Cruz, Estado Anzoátegui, y suscrito por este servidor. Era mediado del tercer trimestre del año 1979, año del inicio del gobierno de Luis Herrera Campins. Decía ese trabajo:
“En el año de 1973, cuando Carlos Andrés Pérez gana las elecciones, se acusó al gobierno saliente de haber dejado al país en la “carraplana”. Estas acusaciones, a la luz de la comprensión, lucieron desplantadas y arbitrarias. En efecto, el solo hecho del que el presupuesto nacional, al entrar el nuevo gobierno, pasara de una cifra de alrededor de 15 mil millones de bolívares a cuarenta mil millones de bolívares, desvirtuaban el calificativo y restaba seriedad a la información. Luego, durante el trienio 1976-1978, se empieza a identificar el período del Sr. Pérez como el gobierno del “despelote”. No vamos a entrar en consideraciones pues hay una historia reciente y muchos conocedores de la materia piensan que se precisa de un año para efectuar una valuación real evitando el caer en exageraciones. Sin embargo, el Presidente Herrera, en su discurso de toma de posesión, adelantó que recibía un país hipotecado y, por su parte, los venezolanos habían dado su veredicto en los resultados de los comicios de diciembre del 78.
Ahora bien, los tratadistas en política económica, a poco más de seis meses del gobierno de Herrera Campins, empiezan a hacer de las suyas y hablar de recesión y depresión sin entrar en muchos detalles. El asunto es que cada quien le pone el nombre, a su comodidad, a las diversas situaciones que presenta el país. Mas hoy la cuestión es distinta porque el gran medidor es el pueblo y ya en Junio, a seis meses del gobierno, reconfirmó y aseguró que la cosa pública andaba bien. Demostró también que su opinión es definitiva y que está dispuesta a darla en cada ocasión.
Los norteños hablan de recesión cuando tienen una especie de estancamiento en la producción y hablan de depresión cuando esta producción baja. En días pasados, el Presidente de Fedecámaras, Ciro Añez Fonseca, reconocía que no había estancamiento en la producción y no se vislumbraba baja en la misma, por tanto, no existía recesión ni depresión en el país. Por supuesto, no cabe duda de que se ha producido una desaceleración de la economía provocada por una actitud prudente del gobierno; era preciso detener el facilismo financiero y la exagerada circulación de dinero. El llamado “Pleno Empleo” creó el ocio y la comodidad; puso el dinero en manos gastivas e improductivas lo cual era aparentemente bueno para el gobierno pero malo para el país. A la larga, junto a la Ley contra Despidos Injustificados, con doble indemnización pero sin un reglamento adecuado, resultó en un golpe para la hacienda pública y la producción nacional. Por otra parte, en un escrito, por demás documentado y logrado con impresionante realidad, publicado por el diario El Nacional en fecha 25/07/79, el Sr. Eduardo López de Ceballos plantea al país la necesidad de revisar tal Ley Contra Despidos Injustificados, vistos los estragos causados a la industria y su negativo porvenir.
De todas formas, el ejercicio anterior dejó grandes enseñanzas al país. Por un lado, ha quedado claro que a los realazos no se construye una nación. Se precisa, más bien, imaginación, orden y disciplina. Así mismo, que no se puede concentrar tanto poder en un solo hombre. Siempre se hace necesario el disentimiento para establecer las conveniencias y aflore la verdad.
Con la transcripción de este trabajo queremos empezar una tarea de evocación y recuerdos de los años anteriores y posteriores al Viernes Negro de 1983. Es una suerte de regalo pesado para analizar cómo se nos fue quebrando este país. Nos asombra la vigencia de artículos como éste y la comprobación de que el país lo único que hizo fue ir empeorando año tras año hasta llegar a lo que vivimos ahora.
Luis Acosta