El pasado viernes 8 de mayo cumpliría 96 años de edad Doña Sofía Imber. De padres rusos y nacimiento en Soroca, ciudad de Moldavia en Rusia, esta extraordinaria mujer llego a Venezuela cuando escasamente tenia 5 anos. Asi, teóricamente, todo lo aprendió en la patria de Bolívar: el español y el francés mientras que el ruso lo uso para ensenar. Pero su inteligencia y terquedad, no de origen rudo sino exigente, la trajo de la tierra de los zares y/o de su esencia judía. Se caso por primera vez con Guillermo Meneses, flamante escritor de La Balandra Isabel llego esta tarde y El falso cuaderno de Narciso Espejo. Se caso en segundas nupcias con el periodista e intelectual Carlos Rangel, quien venía de formarse en La Sorbona y la NYU y quien luego escribiría Del buen salvaje al buen revolucionario, ensayo político altamente considerado en Latinoamérica y que le valió reconocimiento mundial.
Hemos querido empezar por comentar los matrimonios de Sofía tanto con Guillermo como con Carlos Enrique a quienes ella catálogo de “hombres perfectos e integrales” y a quienes amó con distinción, aprecio y sin diferencias, según su propias palabras.
Sofía Imber fue una gran admiradora de su madre Ana Barú y especial amiga de su hermana Lya que luego se convertiría en la primera medico graduada en la UCV. La Imber, hija de Nahum Imber, vivió por los años 30s en la casa número 18 de Bolsa a Pedrera. Por su lado, Lya Imber se casó con el Dr. Fernando Rubén Coronill.
De familia modesta, no definió sus estudios de principio. Sin embargo, estudio varios años de medicina, algunos de ellos bajo el auspicio del Dr. en Psiquiatría Raúl Ramos Calles.
No compartimos en nada con Sofía y Carlos Rangel, pero éramos sus humildes seguidores y diarios consecuentes con su programa Buenos Días. No obstante, cuando redactábamos este trabajo caíamos en cuenta de que coincidimos varios detalles de vida con Sofía. En efecto, mi hermana mayor se llamo Lía. No era médico, pero su hijo, Iván Araujo, sí, médico cirujano de la LUZ. Así, mismo, el año 1929 fue para Sofía como el principio de su vida al arribar a nuestro país. Pues bien, ese año fue el de mi nacimiento. Luego, ella llegó de Rusia mientras nosotros visitamos San Petersburgo, Moscú, Smolenko y Kíev en la década de los 70s. Finalmente, nuestra columna de prensa nació en el Diario Provincia de Cumaná y aun se sostiene en este diario que tan gentilmente la publica.
Sofía lucía como una periodista con mucha valentía, fuerza, coraje y viva voz en su programa Buenos Días. Para presentar examen político había que pasar por allí e, igualmente, todo dirigente público, privado, de cualquier profesión, intelectual o no; de suerte que todos los personajes del momento, sin exageración, desfilaron por ese programa. En la televisión descollaba por su habilidad y un trato penetrante, con peculiares cuestionarios que llevaba dispuestos, con agudeza y respeto, para moverle el piso al entrevistado. Sin dudas, fue un espacio lleno de contenido y excelentemente preparado. De principio la acompañaron Carlos Rangel y Reinaldo Herrera. Al final, luego de la desaparición de Carlos, ella sola, con una gran solvencia moral y académica, cubría el espacio. Sofía convirtió a Buenos Días en el espacio más sofisticado y distinguido de la televisión. Nadie llegaba a ese programa por complacencia a un amigo, o valores extraños a los profesionales. Para ganar las participaciones, había que enseñar los méritos. No se negociaba nada. Así, Sofía encabezaba la muy buena televisión que se hacía en Venezuela a la sazón.
Desde luego, su carácter duro y explosivo la hacía lucir antipática pero aguda. No obstante, nada era provocado. Su carácter extrovertido y respetuoso la obligaba a medir sus conceptos con mesura y tal exactitud que sus pareceres jamás se podían seleccionar entre mezquindades y soberbia sino de conceptos claros, concisos y precisos. Para ella el Maestro Gallegos era un “novelista tropical” y de personalidad “intratable”. Por su parte, Vicente Emilio Sojo era un profesor aburrido y pesado. De Rafael Caldera decía: “nunca lo quise. El representaba para mí lo que no me gustaba, ni me gusta, como modo de ser”. En cambio, renglón aparte, calificaba a Doña Alicia Pietri como “fina, buena y encantadora”.
Una nota simpática se deja colar con símbolos anecdóticos para Sofía. En efecto, cuando contaba Sofía con 10 años de edad, y cinco de estar en el país, el a la sazón popular Alberto Ravel, como dueño y director de Radio Continente, la invitó y le diseñó un programa a la medida pero lo tituló Astrid, la niña prodigio del piano. Le pagaba 5 bolívares diarios pero la niña Sofía consideró que al viejo Ravel no le gustaba su nombre por no haberlo usado para el nombre del programa.
Pero la obra más importante, brillante y sofisticada de la rusita, fue el Museo de Arte Contemporáneo, hechura total y plena de Sofía Imber para la gran capital Caracas. Su esfuerzo, delicadeza y dedicación se agregaron al poder de sus actitudes. Un museo que revolucionó al sector cultural latino y se constituyó en tiempo oportuno y sin regateos, en la organización del arte, el dibujo y la figura más valorada de América del Sur. Sin complejos, allí llegaron Picasso, Salvador Dalí, Jesús Soto, Cruz-Diez, Andy Warhol, Fernando Botero, Fernand Leger.
En el ocaso de su vida, Diego Arroyo Gil fue el predilecto periodista y escribidor escogido por Sofía para escribir su biografía y a quien ella agradece, de esa manera tan suya, el haberle escuchado pacientemente “para luego arriesgarse a escribir en primera persona este libro” (La señora Imber Genio y figura). En efecto, Diego logró un trabajo peculiar lleno de esencia y contenido, tanto emocional como de elementos noticiosos importantes, que se constituyen en verdaderos descubrimientos y con profundo sabor a grandeza, como testimonio valioso y virtuoso, de una niña, señorita y señorona que vivió a Venezuela con coraje y amor patrio hasta sus 91 años. Fue enterrada, no desterrada; nadie pudo, ni se atrevió. Fue tratada con mezquindad y poco cariño pero, con toda seguridad, estará recibiendo a posteriori los oficios y las oraciones solemnemente cantadas que ella merece. Así va a ser porque Dios es como el viento, toca todas las partes y aparece donde debe estar.
¡Feliz Cumpleaños Sofía!
Luis Acosta