Afirmar que en Venezuela nada tiene sentido, resulta una sentencia inevitable. Desde hace mucho sabemos que nuestra realidad ha perdido lógica y humanismo. Ni para Hollywood podría servir de argumento, que las decisiones del régimen -todas para un supuesto beneficio del colectivo-, terminen siendo la esquela de la propia tumba que genera el hambre.
Han anunciado un aumento del salario mínimo tan ridículo como cruel. Precisar 800 mil bolívares para todo un mes constituye la mayor ofensa para los derechos humanos. No solo porque las empresas e instituciones no saben cómo cuadrar sus cajas con la lógica de una economía rentable, sino porque el país yace sumergido en una dolarización sin compromisos con el pueblo.
Para colmo, ahora nos han echado otro cuento de terror. Se inventaron una lista de precios “acordados” para desmayar a las cabezas de familia. Acceder a los bienes y servicios se vuelve casi una quimera extraviada, con lo cual no es difícil repudiar a la dictadura y su alharaca pavorosa.
Dicen que supervisarán las ventas de los productos con esos falsos “precios justos”. Solo terminarán dándole fuelle al desabastecimiento (pues no son valores amoldados a la realidad del mercado) o creando los mismos conflictos deplorables con los cuales han alimentado la intranquilidad del venezolano.
Nos han enseñado con clases magistrales que se puede actuar sin piedad. Los 27 artículos son una risotada en el lomo. Una burla sin noción de la moralidad. Saben que nadie les cree esta farsa. Un kilo de leche en polvo, por ejemplo, sobrepasa al salario mínimo recién estrenado, costando 885.778,40. Con lo devengado un mes, no podremos adquirir ni dos kilos de mortadela.
Todos son anuncios formales. En el pasado a la comunidad internacional le hubiese costado creer este esquema de infortunio. Se habría preguntado sobre qué clase de economía no alcanza ni para un día de comida sustentable. Pero hoy se conoce a conciencia que nuestro país es un barco hundido al que debe rescatarse con urgencia.
Lo incomprensible es que el Estado es el mayor pagador de este salario decadente. Por lo menos alrededor de ocho millones de venezolanos laboran en el sector público. Las empresas privadas tratan de darle mejores ingresos a sus trabajadores, pero a veces les resulta cuesta arriba. Así que esta lucha de supervivencia tiende a ser la paradoja con la que siempre nos pretenden entretener para dejarnos como estatuas de plazas despobladas.
Lo diré sin temor a equívocos: son sus últimos desatinos. El núcleo de mando anda a tientas, repitiendo las mismas estructuras de sus estrategias sin sentido. Confundir al ciudadano recluido por la pandemia, sin combustible y sin conocer el rumbo de su propio destino, ya no los librará de un desenlace ya previsto.
El gobierno de Donald Trump ha adelantado que en un tiempo corto abrirá su embajada en Caracas. Su anuncio es muy evidente. No lo hará con Maduro en el poder. Es un mensaje implacable para desatornillarlo de la silla presidencial.
También Washington emitió un nuevo decreto: activó sus reservas militares para reforzar la operación antinarcóticos al norte de Venezuela. Lo hará con el apoyo y participación de 21 países. Por eso el sistema de recursos se estrecha. La canasta petrolera en su precio más bajo en el mercado, las sanciones, las amenazas, los carteles de búsqueda y el cercenar el financiamiento ilícito a través del narcotráfico, tiene a los de Miraflores olisqueando en la demencia.
Las incautaciones se vienen suscitando. Se hablan de por lo menos diez y de ocho toneladas de droga. La cifra supera los 165 millones de dólares. La vigilancia es extrema. Es un objetivo clave. Han neutralizado también a aviones que salen del país y reconocen sus objetivos, al capturarlos a su arribo con estas substancias.
Existe un despliegue militar en el Caribe. Eso es innegable. El Comando Sur tiene su plan bien concebido. Por lo menos un centenar de reservistas norteamericanos acompañarán a los miles de guardacostas, soldados de infantería y marinos estadounidenses que ya están localizados y trabajando para acortar los tentáculos del tráfico de estupefacientes en la zona.
No sabemos si habrá intervención militar. Si entrarán a sacar al usurpador por la solapa. A los chinos y rusos solo les interesa sus intereses económicos y sus inversiones desventuradas. Es cierto que los aviones iraníes se han visto con mayor frecuencia en territorio venezolano y han sido avistados por los por el propio Estado norteamericano. Pero en una decisión de esta magnitud no se meterán.
Pese a todo, los insomnios del régimen y la propia estela de carencias de la gente pueden ser el detonante de una futura liberación nacional. Las traiciones brillarán en el entorno y sobrará más de uno que querrá huir antes de tiempo. Será una dura y engorrosa transición, pero estamos más cerca de ella, aunque para muchos les parezca inalcanzable. Como también es cuesta arriba lograr que un salario mínimo de alrededor de cuatro dólares pueda sustentar nuestra canasta básica. Pero para Dios no existen imposibles.
MgS. José Luis Zambrano Padauy / zambranopadauy@hotmail.com / @Joseluis5571