Cristiano Ronaldo profirió una palabra soez hacia el final del primer tiempo, cuando dilapidó una oportunidad, durante el primer partido de fútbol disputado en Italia en más de tres meses.
Todos en el estadio colosal y prácticamente vacío —alrededor de 300 personas que estábamos ahí— pudimos oír el insulto fuerte y claro.
Como reportera para The Associated Press, fui una de apenas 10 personas que recibieron permiso para ingresar el viernes en el Allianz Stadium a fin de cubrir como periodistas el partido de la Copa Italia entre la Juventus y el Milan. El cotejo finalizó empatado 0-0, lo que bastó para que la “Vecchia Signora” avanzara a la final, gracias al criterio de goles como visitante.
El duelo de ida, igualado 1-1 en Milán, se disputó en febrero, poco antes de que la pandemia de coronavirus clausurara la actividad deportiva en todo el mundo.
Pero después de más de 34.000 muertes en Italia por el nuevo padecimiento y de 95 días sin fútbol, la pelota rodó de nuevo.
Ver a Cristiano en la cancha es siempre una experiencia. Lo mismo que en los casos de Lionel Messi, Johan Cruyff, Diego Maradona o Pelé, mirar al astro portugués en persona es algo que se podrá contar a los hijos, un tema de charla para deleitar a los amigos y familiares en las fiestas.
Y tener la experiencia casi privada de verlo fue incluso más especial.
El luso no anotó. En realidad, no lució siquiera a plenitud para el partido después de la larga inactividad. Pero nadie en la cancha parecía particularmente listo para brindar un fútbol de alto nivel.
La frustración de Cristiano fue incluso más evidente en el vacío del estadio, donde las voces de los futbolistas reverberaban en un ambiente tétrico.
Toda la experiencia fue rara, de principio a fin Difícilmente había tránsito en los alrededores del estadio, que suelen ser un caos en los días de partido. Y las nuevas reglas para los reporteros una vez dentro del inmueble trastornaron mi rutina.
Había entradas diferentes, era necesario someterse a una revisión para descartar fiebre. Y la restricción del desplazamiento en los pasillos a un solo sentido en cuanto una entraba al estadio complementó esta experiencia surrealista.
Y cuando yo estaba a punto de obtener la pulsera roja con la que se avalaba que había completado todas las revisiones, un guardia me reprendió por caminar en sentido contrario hacia un puesto de revisión.
Una vez que pude ver la cancha, sentí escalofríos, no por miles de espectadores que estuvieran cantando, sino por el vacío que dejaron. Pese a ello, el locutor del inmueble presentó al equipo anfitrión con la frase atronadora y tradicional: “¡Damas y caballeros… Juventus Football Club”.
Esta vez, la reacción al anuncio fue un silencio sepulcral.
Una vez que comenzó el partido, podían escucharse claramente los aplausos y gritos emitidos desde los banquillos, sobre todo después de que se sancionó un penal a los 15 minutos. Las palabras de aliento se convirtieron en lamentos cuando Cristiano estremeció el poste izquierdo con su tiro desde los 11 pasos.
Simultáneamente, quienes estaban en la banca del Milan festejaron ruidosamente la pifia. Pero antes de que pudieran sentarse de nuevo, el delantero rossonero Ante Rebić fue expulsado por una dura entrada sobre el zaguero brasileño Danilo, de la Juve.
Al concluir el encuentro, en el momento en que los periodistas solemos correr para hacer preguntas al entrenador en la conferencia de prensa o a los jugadores mientras abandonan el estadio, se nos pidió permanecer sentados. Los futbolistas pudieron marcharse sin que los reporteros nos arremolináramos en torno de ellos. Los técnicos respondieron a las preguntas mediante un enlace de video.
Se pidió al técnico bianconero Mauricio Sarri su opinión sobre el partido, sobre Cristiano, sobre otros detalles del fútbol.
En vez de ello, habló del virus y de la forma en que la pandemia ha cambiado la vida de los italianos.
“Cuando esperas todas las noches el reporte de cuántas personas murieron, es un momento duro y triste. Algunas veces, uno conocía a algunos de esos muertos”, dijo Sarri. “Todavía tengo en mi mente esos momentos en los que me sentaba en el jardín y oía continuamente las sirenas de las ambulancias”.
AP