Nuestra realidad histórica nos empuja hacia la comprensión de la Educación de manera más dinámica, reclama con urgencia que la dotemos de vitalidad, por medio de su inserción en los cambios que se están produciendo en otros ámbitos de la Sociedad y romper de esta forma con el pasado.
Para no ubicarnos de espalda a la realidad que vive la humanidad y la civilización actual, debemos comprender nuestro compromiso con las acciones transformadoras, que reclaman la creación de los cimientos intelectuales y prácticos que concurran a la eliminación de la disparidad en que nos encontramos con respecto a las Naciones avanzadas del mundo. Para no equivocarnos debemos tener una exacta visión del tiempo, en que las Sociedades sufren las consecuencias del acelerado proceso Científico y Tecnológico que ha permitido a la humanidad explorar el espacio. Pero al mismo tiempo se observan las exigencias de parte de amplios sectores sociales por mejorar sus condiciones de existencia, en cuanto alimentación, salud, habitación y seguridad contra los flagelos Naturales y Sociales.
Vivimos para no errar, una época de cambios acelerados que afectan los hábitos, las costumbres, las relaciones humanas, la actividad productiva, la cultura, el saber y a la educación misma. Donde las inquietudes humanas, las esperanzas y las creencias, adquieren una dimensión que traspasa las demarcaciones trazadas por la Historia o de aquellas creadas por la Geografía. Dentro de las condiciones señaladas no debemos olvidar que grandes contingentes de seres humanos, viven devorados por los efectos que les, produce la pobreza crítica, dentro de la cual desarrollan su penosa existencia, en Venezuela alrededor de SEIS MILLONES. Sabemos que ello es el resultado de las injustas desigualdades que diferencian a las personas, agravando las tensiones en el seno de las Sociedad; en nuestro País podemos distinguir zonas de hambre y de incultura, en medio de la más profunda depresión económica constituida fundamentalmente por Campesinos y Marginales. Producto de una intrincada red de factores que se entrecruzan y determinan recíprocamente, entre las cuales se evidencian las Políticas, Económicas, Culturales y Sociales, que generan los valores que justifican el carácter explotador de las relaciones Sociales: entre cultos y analfabetas, entre opulentos y hambrientos, entre ricos y miserables, entre explotados y explotadores. Sistema de relación que marca el carácter depredador del hombre sobre él.
La principal contradicción surge de la circunstancia de que nuestra Escuela nació en el marco de un patrón Colonial, que se prolonga hasta nuestros días con simples cambios miméticos para adaptarse a las exigencias de los tiempos. Pues se trataba de un Sistema de Enseñanza, concebido en un período en que el saber era relativamente estable; con Docentes que enseñaban lo que habían aprendido en su juventud, toda su vida, ante un Auditorio dócil y acrítico, es decir dogmático. Hoy, esa no es la situación, nos encontramos en una de las épocas más maravillosas en la que le ha tocado vivir a la humanidad, nos encontramos en el Centro de la Rebelión Científica Tecnológica, donde los ritmos de obsolescencia se reducen cada día más en el tiempo, y se avizora en el espacio el umbral de la era galáctica, que alucina nuestros sentimientos y expectativas. Pero si a toda esa expectativa faltara añadir otra necesidad, que se nos planteara en nuestro trabajo Docente, ella es la que surge del Imperativo de nuestro desarrollo económico, el cual no se podrá alcanzar si la Educación no cumple con el objetivo de reorientar su actividad intelectualizante, hacia una enseñanza para el trabajo, productividad, innovación, progreso, bienestar y calidad de vida.