Uno de los más interesantes asuntos que hemos aprendido por estos tiempos es la propuesta de Nietzsche sobre la existencia de una especie de instinto, similar al de la supervivencia, que, por la cualidad racional, nos impulsa a querer destacarnos, a ser el mejor de todos, y al que llamó “supra” vivencia. Esta fuerza explica montones de cosas sobre nuestro comportamiento individual y grupal y sus aplicaciones prácticas son inmensas. Valgan estas líneas para especular sobre el tema.
En la mayoría de las reuniones de amigos o de trabajo, la “supra” vivencia campea libremente y solo hace falta ponerle un poco de atención para notarla. “A mí me dijo el vecino que es íntimo del General Robles, tú sabes el chivo grande de la zona, que habían traído seis gandolas de maíz”. La información útil “seis gandolas de maíz” se aliña con información inútil empujada por nuestro deseo de mostrarnos importantes. “fíjate que tengo acceso a un General y comandante, de manera que mi información es buena y merezco tu admiración y respeto”.
En las discusiones es más fácil observarlo. “Que me vas a contar sobre eso. Yo estuve una vez encargado de la distribución para toda Suramérica y sé muy bien lo que te estoy diciendo”. Toda esa información es inútil pero necesaria para demostrar cuán importante es la opinión del que habla. Caldearse durante una discusión es usual y a veces llega a la provocación. Allí está funcionado no solo el instinto para “ganar” sino también y al mismo tiempo el miedo de “perder” y, usualmente, hasta la esencia de la discusión se olvida.
El hablar de cualquier cosa, aunque tengamos poca información y conocimiento sobre el tema, es parte de nuestro instinto pues las oportunidades de sobresalir no se desperdician y si alguien está liderando la charla el impulso combativo por demostrar superioridad se hace presente. Cada quien relacionará el tema sobre la mesa con algún flanco de su experiencia para demostrar su valía como persona. Como tumbar al gobierno y criticar a los políticos de oposición son temas favoritos en el intento de mostrarnos listos y destacados.
El miedo escénico tiene su origen en la supravivencia. La posibilidad de hacerlo mal y que la “manada” nos rechace es parte de nuestro instinto supra. Podemos tener mucha comida en casa que asegura nuestra supervivencia, pero perder nuestra importancia o ser ridiculizado por el grupo es aterrador pues va en contra del instinto de ser el mejor de todos.
Aparte de su utilidad real maquillarse, vestir bien, aprender a tocar un instrumento musical, arreglar una lavadora, cocinar una torta y hasta seguramente escribir un artículo como este, son oportunidades y mecanismos que utilizamos buscando el aplauso que reafirme nuestra importancia frente a los demás, pero no de forma vanidosa o petulante sino simplemente instintiva. La usual satisfacción que genera el halago y la tristeza de la crítica son también producto del instinto supra.
Que los individuos se sientan importantes y satisfagan su instinto es fundamental para la marcha social. Los líderes chavistas, seguramente sin leer a Nietzsche, lo han hecho a retazos, aunque con otras perversas intenciones. Nombrar generales, almirantes y coroneles a granel, crear una milicia de uniformados con algunos privilegios, aumentar el número de empleados públicos a casi 3 millones, crear miles de encargados de misiones, colectivos y comunas, entre otros, ha satisfecho el ego y el instinto de muchos conciudadanos en su necesidad de sentirse sobresalientes, aunque al mismo tiempo estén inconformes con la paga y su entorno de miseria
Por la otra parte, el recuperar económicamente al País está llevando a planes concretos (post régimen) basados en el libre mercado, la privatización de empresas, la participación de inversionistas, la reducción del tamaño de la administración pública. Los planes, bastante liberales, que se preparan son excelentes para lograr una mejora material, pero la importancia de cada quien pudiera estar quedando escondida.
Lo cierto es que, sin darnos cuenta, cada quien desde su realidad y contribución está haciendo Patria y, sin duda, va a pasar a la historia como uno de sus actores presenciales. El ser el dueño de su destino y de no necesitar nunca más la vejación de limosnas para esclavos, es una ocasión excelente para alimentar nuestro instinto supra.
Así que a inflar el pecho del patriota y a no soltar la espada hasta salir de los delincuentes que hoy nos oprimen. Luego crearemos una Nación extraordinaria. A usted lo necesitamos para esto, pues usted es el mejor de todos.
Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es