Desde que se declaró la cuarentena, los familiares de los reclusos del Centro Nacional de Procesados Militares perdieron el contacto con sus seres queridos. Tres meses después, solicitan que se flexibilice la restricción de vistas.
La difícil situación impuesta por la pandemia y la escasez de gasolina complicó el panorama. Llevar los alimentos a los internos es una tarea titánica. Cada fin de semana pueden acercarse, si el salvoconducto funciona, si las unidades tienen combustible y si el dinero les alcanza para el pasaje. Pero no pueden ver a sus familiares pues la visita se mantiene restringida.
Pero no todos los familiares tienen los medios para trasladarse ni comprar alimentos. Muchos presos están comiendo lo que sirven en el penal, menú que la mayoría de las veces se centra en arvejas. Estas vienen acompañadas con arepas en el desayuno y la cena y con pasta o arroz en el almuerzo. “Ellos están cansados de comer siempre lo mismo”.
Aunque han solicitado que se reconsidere la medida, la respuesta no llega. Están dispuestos a acatar todas las disposiciones necesarias para evitar la propagación del COVID-19, respetando el distanciamiento social, el uso de tapabocas y de guantes.
El argumento es sólido. “Nuestros hijos quieren ver a sus padres. Ya no sabemos qué responderles cada vez que preguntan cuándo podremos ir a visitarlos. Es una cuestión de humanidad, nos comprometemos a respetar las medidas, pero queremos una respuesta. Sabemos que con organización todo se puede lograr”.
Nuevamente apelaron a la sensibilidad del director del penal, coronel Argenis Martínez, para que plantee alternativas que les permitan retomar el contacto con sus familiares.
El Carabobeño