Los asteroides, amenaza y fuente de conocimiento, celebran su día

Cuando pensamos en asteroides vienen a nuestra imaginación grandes moles de piedra que acechan a la Tierra, y en parte es así, pero esas rocas que vagan por el espacio son además una fuente de riqueza científica y tecnológica.

Concienciar a la población sobre las oportunidades y desafíos que representan estos objetos es el cometido del Día del Asteroide, que se celebra cada 30 de junio, fecha en que, en 1908, un meteorito causó graves daños en Tunguska (Siberia), donde arrasó 2.000 metros cuadrados de taiga.

Los asteroides son los restos del nacimiento de los planetas del Sistema Solar y muchos son fragmentos de diminutos protoplanetas que nunca llegaron a la madurez, por lo que su estudio es vital para entender el origen de nuestro hogar en el universo.

«Yo los veo como una fuente de riqueza científica y tecnológica», dice a Efe el astrofísico Josep Maria Trigo, del Instituto de Ciencias del Espacio del CSIC y del Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña.

Más del 75 % de los asteroides son de tipo condrítico. Amalgamas de los materiales primigenios que se condensaron alrededor del Sol hace 4.565 millones de años y -explica- «contienen los restos fósiles de aquellos primeros tiempos, siendo ricos en metales, tierras raras y, algunos de ellos, hasta en el agua primordial».

Este año es especial, porque en diciembre se espera el regreso de la sonda japonesa Hayabusa 2 que, tras seis años de misión, volverá con fragmentos de Ryugu, un asteroide de 900 metros de diámetro situado a 280 millones de kilómetros de la Tierra.

Cuando los pedazos puedan ser examinados, se espera obtener «una pléyade de información», como ya sucedió con las muestras que Hayabusa trajo del asteroide Itokawa hace una década, señala Trigo, cuyo equipo fue el único español que pudo examinarlas y aspira a hacer lo mismo con los de Ryugu.

Pero este no es el único asteroide que se podrá analizar, pues en tres años debería regresar la misión Osiris Rex de la Nasa con material procedente de Bennu.

Estas dos misiones son un momento «apasionante», en palabras de Javier Licandro, del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), que durante la semana pasada participó en una de las charlas virtuales organizadas por la Agencia Espacial Europea (ESA) con motivo del Día del Asteroide.

Hayabusa 2 y Osiris Rex son «misiones complementarias» que «ya están dando resultados sorprendentes», señaló Licandro y explicó que en la superficie de los asteroides se esperaba que hubiera mucho polvo, pero en realidad son «básicamente un pedregal», lo que complicó encontrar un lugar para que la sonda japonesa aterrizara.

Los meteoritos, fragmentos de cuerpos rocosos que llegan a la Tierra, pueden contribuir además a la exploración de Marte, destaca Trigo.

En el análisis del meteorito marciano ALH 84001, de unos 4.100 millones de años y descubierto en la Antártida en 1984, el equipo de Trigo encontró evidencias de agua.

Este es solo un ejemplo de los meteoritos que cada año entran en nuestra atmósfera, donde normalmente se destruyen, aunque algunos superan esa barrera y caen a la Tierra. El más famoso es Chicxulub, que hace 66 millones de años impactó contra el golfo de México y acabó con los dinosaurios.

Y es que, «los dinosaurios no tenían un agencia espacial» que vigilara el espacio, como recuerda un antiguo e irónico eslogan de la ESA impreso en algunas de sus camisetas.

El riesgo de que una roca así llegue a la Tierra no es grande, pero hay muchas otras más pequeñas y potencialmente peligrosas, por eso hay programas de identificación y seguimiento, y se están poniendo en marcha proyectos de defensa planetaria.

En las últimas dos décadas «se ha hecho un enorme progreso» en la identificación de los asteroides en la región próxima a la Tierra, destaca Trigo, pero lo importante ahora es completar la búsqueda de esos pequeños objetos.

Ya se conocen el 75% de los objetos de entre un kilómetro y 300 metros de diámetro, pero de entre 300 y 100 metros conocemos solo el 15%, porcentaje que baja al 0,5 % para los de entre 100 y 30 metros, agrega el astrónomo, quien destaca que el meteorito de Tunguska se cree no tenía más de 50 metros.

¿Pero será posible un día desviar un asteroide que amenace a la Tierra? Ese es el objetivo de sendas misiones de defensa planetaria de la ESA y la Nasa, que tienen la vista puesta en el asteroide Didymos, al que orbita uno menor llamado Dimorphos, cuyo tamaño es similar a una pirámide de Egipto.

A este sistema binario de asteroides viajará, en dos años, la sonda DART de la Nasa, que realizará un impacto cinético a hipervelocidad contra Dimorphos para intentar variar su velocidad y desviar su rumbo. «Esta parece la técnica más coherente para aplicar con estos pequeños asteroides», considera Trigo.

Dos años más tarde, la sonda Hera de la ESA visitará «ese fascinante sistema binario, para caracterizar ambos cuerpos y comprobar los efectos causados por el impacto».

EFE

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