El reciente zarpazo contra la vuelta a la normalidad institucional en Venezuela, aleja toda posibilidad de entendimiento político en el futuro inmediato. Me refiero a la irresponsabilidad y el descaro del Tribunal Supremo de facto, puestos de manifiesto con la designación de los nuevos Rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE). Los mal llamados magistrados que tomaron una decisión, haciendo gala de su acentuado y crónico cinismo, apuntan a mantener la sumisión del Poder Electoral a los designios de la dictadura militar nazicomunista. Nada extraña, puesto que dichos “magistrados” fueron nombrados por la dictadura; pero se pensaba que, por lo menos, guardarían las apariencias.
A pesar de que es bien conocido el compromiso político e ideológico de los integrantes del cuerpo tribunalicio ilegítimo ya citado, aún así se esperaba que los tales “magistrados”, dado el conflicto político existente, actuarían con un mínimo de sensatez. Pero hicieron todo lo contrario; se depravaron y privilegiaron, por encima de los intereses nacionales, su rastrero incondicionalismo con el régimen.
En efecto, la nueva Presidenta del CNE y dos Rectores Principales más, son fichas a prueba de sangre de la más alta confianza de la cúpula nazicomunista, es decir, la mayoría de los integrantes de la írrita directiva. Del cuarto Rector se conoce menos su tendencia, y el quinto, quien ejercerá la Vicepresidencia, en la práctica apenas será un voto o un voto menos en los acuerdos del cuerpo colegiado; mas su poder de decisión es relativo, a la hora de las imposiciones oficialistas.
Aunque sea difícil creerlo, hay muchos líderes importantes del país, en todos los sectores de la vida nacional, que mantuvieron la esperanza, hasta última hora, de que los factores políticos del régimen y de la oposición encontrarían fórmulas para un acuerdo por la salud de Venezuela. Desafortunadamente quedó en evidencia el desamor que demuestra el liderazgo político por los ciudadanos de nuestro país. Un pueblo que hoy está sometido a los estragos de las peores calamidades que hemos padecido; y al mismo tiempo, un pueblo que se siente cada vez más indefenso, ahora también desprotegido por sus dirigentes y activistas políticos, en quienes había confiado siempre. ¡De quienes esperaba un comportamiento responsable!
En una breve conversación que tuve al respecto con uno de mis vecinos, éste, con el desánimo a flor de piel, me confió su frustración con la siguiente frase: “me siento al borde del abismo de la desesperanza”. ¿Cuántos millones de venezolanos estarán sintiendo lo mismo?
Antonio Urdaneta Aguirre / urdaneta.antonio@gmail.com / @UrdanetaAguirre