Un porlamarense, se paseaba en la llamada ciudad marinera en la década en los años 50 con una relumbrante hebilla tallada las iniciales de su nombre en oro cochano, de moda en aquel momento. Servìa la misma, para sujetar el pantalón a la camisa de fresco cuello y largas mangas de blanco relucientes. Había llegado desde Cabimas para celebrar la fiesta de la Virgen del Valle, patrona del oriente venezolano, escribe José Jesús Fernández en; Camino a la Gloria. Un artículo salpicado de remembranzas insulares, previas la celebración.
Aquel ilustre margariteño, con su deslumbrante hebilla de oro, venia al reencuentro familiar, costumbre generalizada de muchos que marcharon a esas inhóspitas tierras zulianas de riqueza petrolera en fase temprana, pero que dejaron a sus familias en la Margarita de sus orígenes. El disfrute, de la celebración en la víspera, dice J.J.Fernández F. era de música y músicos, comidas tradicionales y palomitas de algodón endulzado e inflado con figuras ilegibles cuando mordisqueaban sus extremos.
También, del chiste con acento político. Del Bar, La Gloria de Modesto Salazar, con mesas y sillas de cuero y del vecino Dieguito Arismendi, máxima autoridad del Bar Betania. Los espacios de aquellos centros de encuentros y desencuentros, cerraban la algarabía de los celebrantes, cuando la noche se asomaba impávida obligando a despedirse hasta la próxima festividad.
Las puertas se encontraban y acoplaban para obligar a los clientes a tomar el camino a El Valle del Espíritu Santo.
Los conversatorios y plácidos encuentros entre coterráneos, se deslizaban hasta entrada la madrugada para llegar a la iglesia del Valle del Espíritu Santo, donde la Virgen marinera esperaba paciente, aquietarle el alborozo que su fecha natalicia significaba para cada uno de sus devotos.
Allá cerca del Toporo, se juntaban, los que llegaban de Porlamar y San Juan, La Asunción y Pampatar, Punta de Piedras y El Manglillo. Una inmensa formación humana, crecida en el tiempo de manera inusitada, se agolpaba para venerar a la Virgen del Valle, cuya gallarda figura, transmite sentimientos encontrados en cada visitante, festividad y encuentro.
Cuando los margariteños migraron al Zulia en busca de mejores condiciones de trabajo, se llevaron a la Virgen del Valle y la pasearon por el lago de Maracaibo para que no perdiera la costumbre de su mar azul insular.
El maracucho asimiló a la Virgen del Valle. Y en Cabimas, donde la recepción de los insulares permitió enriquecer la industria petrolera, a toda la Costa Oriental del Lago, la devoción se fue adaptando al unísono con la Chinita. La gaita, nacida en el corazón del Maracaibo de antaño, compartió inspiración con la margariteña tradición del galerón y del polo y de otros ritmos de fecunda melancolía insular. Se amalgamaron las costumbres, se sembraron las raíces y se fecundaron los ritmos, cocina y otras tradiciones.
Y se quedó en la Costa Oriental la imagen de la Virgen del Valle, su devoción, y su estampa de Madre bondadosa con su fiesta cada 8 de septiembre.
No es la misma costa, inexplicablemente, venida a menos. Sin producción petrolera ni agropecuaria , sin gasolina y sin sentido de cuanto ocurre, la misma,que le permitió al margariteño regresar con oro cochano en su hebilla de pantalón finamente planchado,para pasearla orgulloso con sus manos encallecidas como encuellador petrolero.
Su impensado gusto, daba sentido a la moda que aunque rimbombante, supo lucir y atraer la atención en su camino hasta El Toporo, punto cercano a la basílica como cuenta Jesús J Fernández ,en Camino a la Gloria para ver junto a la familia, y en el día de su fiesta a la Virgen del Valle.
El próximo 1 de septiembre, la Bajada de la Virgen del Valle como reza la tradición de la patrona del oriente venezolano, tendrá un componente distinto a los tantos años que le definieron. Será casi privada en manos de las autoridades eclesiales y el público agolpado en la entrada de su basílica, será virtual. Aquellos recuerdos de ciudades, adosados por los años para rendirle tributo, no contarà con la multitud en su Misa del Gallo, de la Aurora. Estas,serán asimismo, virtuales.
El virus del confinamiento nos obliga la aceptación. La rutina centenaria, escribirá un capitulo no solo diferente en la devoción de la virgen, lastimada por la pandemia, sino increíble en el control científico al virus, después de 8 meses de haberse desatado desde China tan perversamente y en cada rincón del mundo.
La tradición de esta devoción llegada a Cubagua después de 1532 y a Margarita, de 1546, se inscribe como la más antigua del continente hispano. Luego, de la virgen de Guadalupe y su aparición a san Juan Diego, en el Tepeyac mexicano. El busto de la venerada imagen margariteña se dibuja como la siguiente, en la cronología Mariana de estos lados de la conquista española.
Han crecido las costumbres primeras, se ha nutrido con el tiempo otras igualmente ricas en señales de amor maternal. Este año, habrá respuesta a la situación; una ferviente y crecida devoción será el mejor bastión del aprendizaje para el culto del venidero año.
Seremos más firmes en creer y sobretodo, más solidarios para complementarnos como país. La Virgen del Valle, la de marinos y navegantes, formará parte del entendimiento y sus inemensas posibilidades.
Eneida Valerio Rodríguez / @eneidavalerio